Las cadenas de la dependencia que algunos no se animan a romper
09 de julio de 2022
Cuando salga esta edición, se inundarán las redes sociales de funcionarios públicos con palabras y discursos acotados sobre el 9 de julio. Un recuerdo virtual que transforma en efeméride la potencia revolucionaria de las gestas contra la dependencia. Los desafíos de este tiempo y la inmensa tarea de liberar y reconstruir la Patria.
Por Fernando Gómez
Ni el principio de todo, ni mucho menos el fin de toda dependencia. Sin embargo, desde el Congreso de Tucumán, se edificó un punto de inflexión en el calendario de nuestra historia. Los congresales llegados desde distintos rincones de nuestra Patria, proclamaron la independencia de las “Provincias Unidas en Sud América”. El 9 de julio de 1816 se alimentaba el sueño de una Patria Grande y libre de toda dominación extranjera.
“Oíd el ruido de rotas cadenas”, proclamaba aquella marcha patriótica nacida al calor de las batallas libradas por una generación de hombres y mujeres que regaron con su sangre el suelo de nuestra Patria Grande para alcanzar su definitiva independencia.
Cuando esta edición vea la luz, asesores de prensa, publicistas o empleados con acceso a las redes de los funcionarios públicos, habrán dejado programada o realizarán alguna publicación alusiva a la Independencia de nuestra Patria. El recuerdo apretado en la virtualidad de una publicación, apenas como efeméride, está muy lejos de tener significado en una Patria que padece, en el conjunto de su sistema político, una marcada hegemonía colonizada.
Desde lo profundo de nuestra historia
“Somos una argentina colonial, queremos ser una Argentina libre” proclamaban en absoluta soledad los integrantes de FORJA, allá en su nacimiento por el año 1935. Faltaría una década para que los fundamentos de su agenda patriótica, se transformaran en política de gobierno.
“Aspiramos a una liberación absoluta de todo colonialismo económico, que rescate al país de la dependencia de las finanzas foráneas. Sin bases económicas no puede haber bienestar social: es necesario crear esas bases económicas. Para ello es menester ir ya estableciendo el mejor ciclo económico dentro de la nación, y a eso también tiende nuestro Plan. Debemos producir el doble y a eso multiplicarlo por cuatro, mediante una buena industrialización –es decir, enriqueciendo la producción por la industria-, distribuir equitativamente esa riqueza y aumentar el estándar de vida de nuestras poblaciones” preanunciaba así Perón la Declaración de la Independencia Económica al presentar el Primer Plan Quinquenal en 1946.
El 9 de Julio de 1947, Perón presenta la declaración de la Independencia Económica. “Son impulsos de un renacimiento surgido de la propia grandeza de la patria libre proyectada hacia un porvenir digno de su magnitud”, señalaba y se afirmaba en el acta que en ella se “refirman la voluntad de ser económicamente libres, como hace ciento treinta y un años proclamaron ser políticamente independientes.”
No por nostalgia se lo cita a Perón, mas bien por capricho de andar precisando certezas patrióticas para atravesar urgencias bien actuales.
Postales de la dependencia
El reciente cimbronazo que atravesó al Frente de Todos, estuvo signado por la renuncia del Ministro de Economía Martín Guzmán, la zozobra de las tensiones dirigenciales mientras se discutía el nombre del reemplazo, la presunción de terminalidad política de la flamante Ministra Silvina Batakis y el apriete con el que la recibió el poder económico.
Lo que nunca estuvo en tensión en el seno de la fuerza gobernante es la subordinación nacional al programa económico diseñado por el FMI, suscripto por el Gobierno Nacional y convalidado por el sistema político en el Congreso de la Nación.
Martín Guzmán se fue celebrando el nefasto acuerdo de reestructuración de la ilegal e ilegítima deuda contraída por Mauricio Macri con los fondos privados de especulación financiera, como así también, la firma del acuerdo de facilidades alcanzado con el Fondo Monetario Internacional.
La nueva ministra se comprometió a cumplir las metas acordadas con el FMI incluso antes de jurar como flamante integrante del gabinete nacional.
Algunos de los que se compincharon con Mauricio Macri para endeudar por generaciones a nuestra Patria, otros que levantaron los brazos para garantizar el actual estatuto legal del coloniaje que firmó el gobierno nacional con Guzmán, y otros que jugaron al silencio para no tironear demasiado, y hablaron sobre los hechos consumados, a ver si hablaban a tiempo y modificaban la realidad, van a estar celebrando “el día de la independencia” con el mismo aplomo en su significado que editor de BIlliken.
Creen, producto de la fantasía en la que habitan, que los dilemas actuales de la Argentina se reducen a la disputa de los dirigentes y no a la dependencia económica de un programa pensado en el extranjero para satisfacer necesidades foráneas. Están convencidos que es posible gestionar la dependencia, edificando esperanza social con distribuir la miseria que no se apropian los grupos económicos.
No advierten que la profundidad de la crisis económica excede las variables de la macroeconomía, ni el efecto de los siderales aumentos de precios en un bolsillo que cada día tiene menos margen. No verifican el desapego social al devenir de las refriegas de palacio que habitan el mundo de la política.
No habita agenda en el diseño de la política de gobierno que implique romper las condiciones de dependencia que significa el acuerdo con el FMI. Es imposible pensar en superar la crisis que atravesamos y la profundidad de las consecuencias que se avecinan, sin quebrar la matriz colonial que implica el modelo de país factoría que cobró vigencia y encarnó en el sentido común del propio movimiento nacional.
Como postal trágica de la semana en que se recuerda nuestra independencia, desfilan con desvergüenza dirigentes por la embajada norteamericana, como si la exhibición de la dependencia hubiera dejado de ser censurable a los ojos de la militancia que favorece su arribo a posiciones de privilegio.
Ahí están, atravesando una desertificación ideológica exasperante, que termina favoreciendo la promoción escandalosa de un modelo económico de sumisión con el extranjero.
La factoría que nos impide ser libres
Según el Departamento de Agricultura de Estados Unidos, país que celebra su independencia el 4 de julio envuelto en simpatías de todo el sistema político más allá de la pretendida grieta, en el año 2021 Argentina consolidó el 3º lugar en el ranking mundial de productores de soja, mismo lugar que para los países exportadores. Somos el 4to país productor y el primer exportador de harina y aceite de soja, el quinto productor y el tercer exportador de maíz, el décimo país productor y el séptimo exportador de trigo.
Somos, además, el quinto productor y el quinto exportador de carne bovina. Estamos ubicados en el famoso triángulo del litio, siendo uno de los países que más capacidad de producción tiene sobre un producto que creció en su valor un 500% en el último año. Somos el 29no país productor de petróleo, el sexto que más incrementó su producción durante el 2021.
Miles de embarcaciones depredan nuestro calamar Illex en el mar argentino, nuestra cordillera incorpora recursos mineros y la meseta patagónica está en franca disputa por multinacionales que pretenden desde oro y tierras raras, hasta la novedad del famoso hidrógeno verde. Ante todo, tierra. Mucha tierra, como las 600.000 hectáreas que le acaban de ceder a la multinacional Fortescue en Río Negro, misma provincia donde se escandalizan por el reconocimiento de un puñado de hectáreas a una comunidad mapuche.
De granos a litio, pasando por alimentos, petróleo y gas, han evidenciado en el último tiempo un incremento fabuloso de sus precios internacionales. Con la excusa, primero, de la pandemia y luego, con el primer cohete que se escuchó en la frontera de Rusia y Ucrania, la carrera por ver quién se queda con la rentabilidad que ofrece la propiedad de estos recursos, ha trazado un nuevo horizonte de disputa global, de la que Argentina no puede dejar de ser parte.
Somos una Patria extremadamente rica, condenada a la pobreza por una agenda plagada de convicción colonial.
Y aun así, somos una Nación que tiene su destino de grandeza inscripto en el horizonte de sus expectativas. El problema es que la riqueza de nuestro suelo y subsuelo, aquella que se produce con el trabajo de nuestros compatriotas, se queda atrapada en el engordado balance de un conglomerado de multinacionales.
“Seamos libres, que lo demás no importa nada” fue el grito del gran patriota a sus soldados y sigue siendo agenda de futuro para los patriotas de nuestra tierra. Cada día que pasa, con más urgencia que el anterior, se hace necesario alzar la voz, construir fortaleza política y certeza colectiva en una agenda patriótica capaz de reorientar nuestro destino colectivo.