¿Qué Democracia?
28 de diciembre de 2022
Cada 10 de diciembre, siguiendo las efemérides políticas del calendario, nos aprestamos a conmemorar el día en que Raúl Alfonsín asumía la presidencia de la Nación abriendo la etapa posdictatorial, o si se desea, de restauración democrática? sí, pero ¿de qué democracia hablamos?
David Acuña
A lo largo del devenir histórico, cada vez que el pueblo se organizó tras un proyecto liberador probó que la movilización popular es una herramienta constituyente. Recorramos algunos grandes momentos que nos han mostrado que esto ha sido así.
La respuesta a las invasiones británicas de 1806 y 1807 no fueron solamente la conformación de milicias populares para enfrentar al agresor extranjero, sino la toma de conciencia de que el presente se podía transformar con la movilización popular. De esta manera, el pueblo en armas, luego de hacerse de la victoria frente al invasor, depone al virrey Sobremonte por cobarde y designó en su lugar a otro de su propio agrado y conveniencia (Santiago de Liniers).
Cuando San Martín es designado como Gobernador Intendente de Cuyo en 1814 se dedicó a planificar el ejército que luego enfrentaría las fuerzas absolutistas. Tarea que sin la movilización de todo el pueblo cuyano y la contribución de los exiliados chilenos no hubiera sido posible. Esta movilización popular, base de su gestión de gobierno y de su ejército, es lo que le dio el sustento a San Martín para desoír la orden del gobierno porteño de reprimir a las montoneras y cruzar los Andes para encontrarse con su destino de liberar media Sudamérica.
También es voluntad popular organizada la que le permite a José Gervasio Artigas declarar en el Congreso de Oriente, que reunía a las provincias de la Liga Federal (1815), la independencia y tratar de concretar que los mayores beneficiarios del proceso revolucionario iniciado en 1810 fueran los sectores considerados plebeyos: gauchos, indios, libertos, pobres en general, que merecían por el solo efecto de pelear por la libertad un pedazo de tierra para vivir y trabajar.
Y ya en la Argentina moderna son varios los hechos que dan muestra que las clases populares organizadas pueden cambiar el rumbo de la historia decidiendo su propio destino. Tanto el 17 de octubre de 1945, que da nacimiento al peronismo a partir de la irrupción de los trabajadores por primera vez en la escena política, como el 29 de mayo de 1969 donde la unidad de obreros y estudiantes le empieza a contar los minutos de existencia a la dictadura militar, son verdaderas gestas de decisión democrática.
Algún despistado podrá pensar que la democracia es tan solo un mecanismo de decisión sobre el cuerpo de algunas de las instituciones que conformar la República. Sin embargo, y lamentando que la actual hegemonía de pensamiento sobre el qué hacer político así lo piense, la democracia real está lejos de ser la formalidad del voto. La democracia real, son aquellos momentos en donde el pueblo se erige a sí mismo en una herramienta de orden constituyente capaz de darle sustancia a sus ansias de vivir mejor, de ver crecer sanos a sus hijos e hijas, de no preocuparse por si el trabajo falta o la comida es escasa, es poder ejercer la soberanía sobre todo aquello que se considera que debe ser público defendiéndolo de las minorías egoístas oligárquicas aliadas de los enemigos de afuera. Es que no puede haber democracia sin la cotidianidad de la justicia social para el conjunto del pueblo y la defensa soberana del territorio, sus recursos y cultura. La democracia sin estas estos atributos solo es una banalidad formal.
Hay quienes sostenemos que a lo que actualmente se denomina democracia es tan solo la convalidación institucional, el ropaje formal, del pacto entre tres sectores que se han erigido en dueños de nuestra Nación.
El primer sector del que damos cuenta es el que se desarrolló a partir de esa vieja asquerosa oligarquía terrateniente triunfadora en Caseros y Pavón, la que organizó la maquinaria estatal a su imagen y que efectivizó siempre sus ganancias en convivencia con el capital extranjero. Hoy poco queda de esos viejos apellidos con olor a bosta, sin embargo, sus descendientes económicos son parte del capital transnacional que controla la mayor parte de los medios de producción del país.
El segundo sector está conformado por el bifronte imperialismo anglosajón de británicos y yanquis. Que los británicos hayan agredido militarmente en cinco ocasiones a nuestro país no ruborizó en lo más mínimo ni a la oligarquía agraria ni a la corona pirata para que concretaran una alianza que ya lleva más de 150 años. La oligarquía y su burguesía heredera no habrían podido concretar su hegemonía política sin la anuencia de los mercados británicos para colocar sus productos extraídos bajo la superexplotación de la clase trabajadora. Asimismo, el intervencionismo político yanqui en Argentina no se hubiera desarrollado sin el declive británico de la década del '50, pero sin que éste hubiera ya allanado el camino de la dependencia. La base de la OTAN compartida por ambos en Malvinas es el complemento militar del neoliberalismo económico que sienta sus bases a partir del golpe cívico-militar de 1976 y se desarrolla plenamente con Alfonsín y Menen, como así también del recetario económico que se nos ha impuesto por medio del Banco Mundial y el FMI hasta el presente.
Por último, la tercera pata de esta alianza, la conforma la autodenominada clase política. La cual, sin distinción de orgánica partidaria, ha venido desde 1983 conformándose como una verdadera casta más cercana a la concreción de negocios para quienes la integran que como dirigentes de procesos sociales transformadores. No nos estamos refiriendo solamente a quienes utilizan la estructura política y el Estado en particular para concretar negociados, sino a aquellos que ven en la participación política institucional como una forma de ascenso social… ejemplos abundan.
En la historia moderna argentina hubo tres grandes corrientes de pensamiento político con raigambre popular que, entendiendo a la democracia desde diferentes ángulos, provoco en su decadencia este producto residual al cual nos referimos más arriba como tercer sector. La primera corriente política fue la de la UCR, quien muy tempranamente fue cooptada por el régimen conservador que había combatido. La segunda corriente fue la socialista-comunista quien más atenta a lo que pasaba en Moscú que lo que ocurría frente a sus ojos, tildó de fascistas a la clase trabajadora que mayoritariamente daba origen al peronismo; error que posiblemente siga pagando. Y la tercera corriente es el propio peronismo que desde el 83 para acá comparte con las dos corrientes mencionadas una idea de democracia más relacionada con el consenso y con el pacto de gobernabilidad, que con la esperanza de encabezar un proceso de Revolución Nacional.
Hoy, 10 de diciembre de 2022, cuando cualquier político nos hable de democracia estará más cercano a emparentar a la misma con el diálogo, el respeto por las ideas del otro (aunque estas ideas sean una mierda) y al consenso, que a pelear por un contenido democrático que tenga que ver con la transformación social, la defensa de la Patria y la felicidad del pueblo. Es como señalara alguna vez el historiador Jorge Abelardo Ramos “Debe quedar en claro, no obstante, que en América Latina semicolonial una elección de carácter formalmente democrático que no emprenda tareas de Revolución Nacional exigidas por el drama de la Nación correrá siempre el peligro de reducirse a pura forma, vaciada de todo otro contenido que no sean los comicios en sí mismos y en consecuencia prisionera del sistema de poder del imperialismo”.
De no conformar una corriente política realmente patriótica que vuelva a emparentar la democracia con aquello de que el pueblo en la calle decide, estaremos prisioneros de una institucionalidad que en el mejor de los casos nos propone votar por nuestros propios verdugos.