Oveja Negra

NUEVOS PROBLEMAS, NUEVAS SOLUCIONES


22 de marzo de 2020

Oveja Negra

Opinión de Ricardo Aronskid

Por Ricardo Aronskid * 

 

Todos hemos sido sorprendidos por la velocidad con que se expande el virus COVID19, y la lentitud que parecen tener todas las medidas que de a poco se van tomando para evitar que la pandemia tome características dantescas.

Lo que hace unas semanas parecía un grave problema en China, hoy está mucho más atenuado y controlado en ese país, mientras que es en la Europa desarrollada en donde se encuentran en serias dificultades para frenar el despliegue de la enfermedad.

Lo que tampoco podía preverse es que los efectos económicos directos que está teniendo tanto la pandemia como las medidas muy duras que hay que tomar para evitar que genere cientos de miles de muertos, provocarían un derrumbe muy agudo de los mercados bursátiles internacionales.

La destrucción de la gigantesca burbuja financiera que se había venido inflando durante la última década ha provocado literalmente la evaporación de una masa gigante de activos financieros, y creado un clima de zozobra y retracción económica.

Situación muy dinámica

Día a día se suman nuevas ramas de la actividad económica global a la lista de víctimas de la situación: primero fueron las cadenas industriales que se paralizaron por las drásticas medidas tomadas en China para frenar la epidemia. La industria china está vinculada con casi todo el planeta, y todas las multinacionales importantes de occidente tienen fábricas propias o proveedores en China. La disrupción transitoria de la producción en Asía afectó a numerosas actividades fuera de esa región. Luego, a medida que se propagaba el virus, comenzaron a suspenderse los vuelos, y las compañías aéreas entraron a caer comercialmente en picada. El Al, la aerolínea israelí, tiene 6.400 trabajadores. Está literalmente paralizada. En el mejor estilo neoliberal, echó ya a 1.000 empleados y suspendió a otros 3.000 sin pago del sueldo. Pero esto se replica en otras aerolíneas mucho más grandes. También la industria hotelera mundial empezó a sentir el impacto, a medida que los turistas se retiraban hacia sus países o directamente no salían. Se estima que los turistas que salen anualmente de China son cerca de 100 millones, y que por esta vez se quedarán en su país dado el pánico internacional al contagio.

A medida que se van tomando medidas para controlar los movimientos poblacionales para evitar una explosión de casos inmanejable, comienzan a sufrir un montón de actividades internas en cada uno de los países. Todas las ramas vinculadas a la aglomeración de personas son literalmente paralizadas, así como el transporte interno. Las actividades informales, muy difundidas en América Latina, sufren por la violenta retracción de las actividades formales, desde la educación hasta el trabajo en oficinas públicas o privadas. Recordemos que la pandemia está en pleno desarrollo: todavía no se ha visto el efecto pleno en Europa, en nuestra región se están tomando recaudos iniciales, y en Estados Unidos parecen no estar suficientemente preparados para enfrentar la pandemia, según lo ha declarado la ciudad de Nueva York.

El triángulo Arabia-Rusia-Estados Unidos

Si un condimento le faltaba a la situación fue el aparente choque de intereses entre las dos grandes potencias petroleras Arabia Saudita y Rusia, en torno a los precios del petróleo, estrechamente relacionados a cuánto combustible ofrecen ambas en el mercado global. Lo cierto es que a partir de ese conflicto ambas decidieron abastecer sin auto restricciones al mercado, lo que llevó a un derrumbe de los precios del petróleo. En sí no sería una mala noticia que los precios de la energía bajen, pero el efecto es mucho más complejo: a) un precio tan barato del petróleo (30 dólares el barril) llevará a muchos países productores de petróleo a crisis económicas severas, en la medida que sean muy dependientes de ese producto en sus exportaciones; b) toda la industria productora de petróleo extraído de forma no convencional (shaleoil) está sometida a una competencia que la puede llevar a la ruina, ya que sus costos son mucho más elevados que los de Rusia y Arabia. En ese grupo se encuentra buena parte de la industria petrolera de los Estados Unidos –gracias a la cual se autoabastecen los norteamericanos y aspiraban a desplazar a los rusos de mercado europeo-, y también los importan

tes yacimientos de Vaca Muerta, en Argentina; c) en el largo plazo, un precio barato del petróleo desalienta a la generación de energía de fuentes sustentables, por razones estrictamente económicas. Y como todos sabemos, es urgente frenar el cambio climático y terminar con el uso de combustibles fósiles. Estos precios “baratos” postergan dramáticamente el cambio hacia fuentes energéticas no contaminantes.

Contracción asegurada e ideas económicas vetustas

Visto en una perspectiva más amplia, el impacto del coronavirus pasará, porque en un tiempo más tendremos la vacuna y se retomará la vida no enclaustrada. Pero no cabe duda que la dureza de las medidas a implementar para evitar una catástrofe sanitaria tiende a estrangular transitoriamente muchas actividades y a dejar un tendal de problemas económicos adicionales.

En el plano internacional, una vez solucionado el tema virus, continuará la situación de fondo, que no es nueva. En el segundo semestre de 2019, casi todas las proyecciones internacionales ya estaban pronosticando una retracción económica en 2020, producto de la baja expansión de la demanda global, de los pobres resultados de las firmas multinacionales, del modesto crecimiento de la economía afectado por las arremetidas norteamericanas contra China, y por el proteccionismo que se insinuaba en numerosos países, producto de la competencia exacerbada por una demanda estancada.

Trump, presionado por necesidades electorales, anunció en diciembre un “acuerdo” con China, que no deja de ser transitorio y sumamente volátil. Lo cierto es que la economía mundial arrastra problemas estructurales irresueltos, y la hegemonía ideológica neoliberal en los principales centros de poder traba toda otra política que pueda sacar realmente a la economía del estancamiento. Dicho brevemente, el mundo necesitaría que las gigantescas deudas acumuladas por los gobiernos, por las empresas productivas y por las personas individualmente se reduzcan en forma significativa, para que puedan volver a gastar en inversión y consumo y así dinamizar el proceso productivo. Pero eso implica afectar económicamente a un sector reducido pero muy influyente: el sector financiero global, que no permite una salida expansiva de este tipo. Hará falta mucha presión para cambiar esta ecuación político global.

Por lo tanto, no cabe esperar en el corto plazo ninguna salida mundial renovadora y transformadora de este panorama sombrío, salvo que Trump fuera derrotado sorpresivamente por un candidato realmente diferente, como el audaz social demócrata Bernie Sanders.

En Argentina hay futuro

A pesar de la calamidad de haber tenido un gobierno como el de Cambiemos, que dejó la economía en plena caída y con un endeudamiento insostenible, del impacto contractivo de la lucha contra el coronavirus, y del mal escenario global que no favorece una salida exportadora, Argentina tiene numerosas posibilidades de paliar éstos efectos y aprovechar la situación para pegar un salto de calidad en su perfil productivo.

La clave está en abandonar la mentalidad económica y política conservadora que fue implantada durante 37 años de vida democrática, y que consiste en no tener capacidad de imaginar otra sociedad y otra política que la que le conviene a sectores minoritarios del país.

El neoliberalismo, como un virus, desarrolló a nivel global una serie de inhibiciones ideológicas y culturales para modificar los cuadros de estancamiento económico e inequidad social que lo caracterizan.

Sin embargo, como todo hecho social, esto no es irreversible. Hay experiencias pasadas y presentes, en Argentina y en el mundo, de buenas políticas económicas que permiten no sólo sacar a los países de sus crisis, sino de proyectarlos a otros escenarios de bienestar y progreso.

En nuestro caso, la clave reside en el Estado. Si el Estado nacional es capaz de abandonar una postura defensiva, de miedo frente a las “ideas” de los mercados-que se reducen exclusivamente a obtener permanentemente rentas a costa del resto de la sociedad-, en ese caso se abre un gran campo de oportunidades para el país.

Si el Estado decide movilizar todas las capacidades disponibles en Argentina, impulsar empresas cooperativas, públicas o privadas realmente productivas, si focaliza sus promociones hacia sectores que estimulen el mercado interno o sean capaces de ingresar en otros mercados externos diversificados, la economía argentina puede abandonar rápidamente el cuadro de postración actual.

Por supuesto que hay obstáculos, como por ejemplo la renegociación de la deuda externa. El catastrófico escenario financiero global está redefiniendo las reglas de juego y la clave es que el gobierno nacional piense con cabeza propia, alineada con los intereses de las mayorías. Es posible hoy una buena negociación con los acreedores, que no trabe una salida productiva. De hecho, hoy en los países centrales se están tomando medidas impensables desde el punto de vista de la ortodoxia económica, que está en bancarrota en relación a los problemas que actualmente afronta el mundo.Se rompió un corsé ideológico global, y es necesario que también se rompa en nuestro país.

Estado activo, inteligente, planificador, que promueva lo mejor que existe en nuestra sociedad, que cuide a sus habitantes y promueva el progreso real. Es posible, y es necesario.

 

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