MISERIA PLANIFICADA
06 de diciembre de 2016
En apenas unos días, Mauricio Macri habrá transcurrido un año al frente del gobierno nacional. Tras aquella dolorosa derrota del 22 de noviembre, el 10 de diciembre asumía con un baile espasmódico ante una plaza de mayo desierta. Se consolidaba la primera victoria electoral de las clases dominantes en la historia Argentina, llegaba un socio pleno de la Patria contratista, un emergente de las grandes corporaciones económicas de la Argentina a sentarse en Balcarce 50.
La campaña del miedo con la que nos acusaron los gendarmes mediáticos que custodiaron las mentiras desparramadas en tiempos electorales, nos empezaba a quedar corta para describir el destino de miseria que llegaron a escribir los gerentes de las multinacionales que asaltaron los ministerios. Los sueños y esperanzas de un Pueblo, comenzaban a transitar el nefasto ciclo de la postergación neoliberal.
Hace un tiempo te contábamos en nuestras editoriales, que anduvimos repasando aquella carta que Rodolfo Walsh le escribió a la junta militar a un año de haber asaltado el poder del Estado. Allí, el eterno Walsh les describía a los dictadores los crímenes, asesinatos, encarcelamientos, torturas y fusilamientos con la que estaban regando en sangre nuestra Argentina.
En un punto de inflexión de aquella carta, les dice que esos hechos que sacuden la conciencia del mundo civilizado, no son sin embargo los que mayores sufrimientos han traído al pueblo argentino ni las peores violaciones de los derechos humanos en que habían incurrido. Les señalaba que en la política económica de ese gobierno debe buscarse no sólo la explicación de sus crímenes, sino una atrocidad mayor que castiga a millones de seres humanos con la miseria planificada.
El programa económico ejecutado por el gobierno de Mauricio Macri constituye un crimen para las trabajadoras y los trabajadores en nuestro país.
Repasaba en la carta los indicadores económicos que la propia dictadura informaba. En apenas un año, aquel programa económico instaurado a sangre y fuego por el gobierno genocida, fue superado en clave de indicadores por los resultados del plan económico ejecutado por el gobierno de Mauricio Macri, y que constituyen un crimen para las trabajadoras y los trabajadores en nuestro país.
Los responsabilizaba Walsh de haber reducido el salario real de los trabajadores en un 40%. Prat Gay en una semana, devaluación asimétrica mediante, se apropió del 50% del salario y del ingreso real de los más humildes, y los transfirió a un puñado de diez empresas tenedoras del 80% de los dólares del país. Ni contemos la escalada especulativa de precios, ni los tarifazos que agravaron la situación.
Les adjudicaba haber hecho trepar la desocupación a un 9%. El Indec de Todesca terminó por reconocer que los centros urbanos treparon a 11% de desocupación en la Argentina, sin contar los puestos de trabajo informales destruidos a consecuencia de la brutal ola de despidos desatada en el sector formal y la consecuente contracción del mercado interno.
La eficacia del saqueo Macrista, se explica en que su gobierno sigue expresando la más alta unidad de las clases dominantes en nuestro país a lo largo de la historia.
Les reprochaba haber incrementado la deuda externa hasta 600 dólares por habitante. La emisión descontrolada de títulos de la deuda ha trepado a índices irracionales, esperando que se terminen por contraer a fines del primer año de Macri un total de 90.000 millones de dólares, lo que iguala la tasa por habitante a los record alcanzados por la dictadura.
La eficacia del saqueo Macrista, que llegó para poblar los ministerios de los representantes de los grandes grupos económicos que operan en la Argentina, se explica en que su gobierno sigue expresando la más alta unidad de las clases dominantes en nuestro país a lo largo de la historia. Ni la década infame, ni la revolución fusiladora, lograron sintetizar con tan férrea unidad en sus entrañas a los sectores financieros, los agroexportadores, las patronales rurales, los sectores monopólicos energéticos, alimenticios e industriales exportadores.
Pero esa unidad no va a estar ausente de contradicciones. Cuando se liberalizan las importaciones de un modo tan brutal, para beneficiar a determinados grupos de poder, algunos otros comienzan a enojarse. Tan solo por citar un ejemplo al pasar.
Pero aún resquebrajada la unidad de las clases dominantes, el gran dilema que nos ocupa y que le otorga una fortaleza aún mayor al gobierno de los poderosos, es el grado de dispersión y desarticulación del campo popular.
La primer gran conquista que tenemos por alcanzar, es dejar de mirar por sobre nuestros hombros en el campo propio, para encontrar enemigos o traidores. Necesitamos reconstruir los sueños rotos en nuestras barriadas y transformar el dolor en organización popular.
Ahí está el conjunto de nuestros desafíos en esta compleja etapa. Debemos ser capaces de construir victorias en el campo del pueblo. La primer gran conquista que tenemos por alcanzar, es dejar de mirar por sobre nuestros hombros en el campo propio, para encontrar enemigos o traidores. Debemos asumir el desafío también de postergar las facturas postergables, para que el oportunismo de unos pocos no encuentre en la crítica y autocrítica, la razón de sus agachadas.
Precisamos frenar el ajuste que el gobierno está decidido a profundizar. Y para ello, debemos ser eficaces en la construcción de una agenda política que nos permita ordenar los innumerables esfuerzos desplegados por las organizaciones populares en esta etapa.
Precisamos frenar la persecución política desatada sobre el liderazgo popular de Cristina. Y para eso necesitamos mucho más de Cristina, que de nuestro voluntarismo mágico. Persiguen a Cristina porque los sueños y esperanzas de nuestro Pueblo, no la de nuestros dirigentes, encuentran sentido en la remembranza de los años felices más cercanos. Pero precisamos ponerlo en valor, y para ello adentro de una urna apenas el año que viene. Para no repetir volver, como un loro que no puede escapar de su jaula.
Necesitamos reconstruir los sueños rotos en nuestras barriadas y transformar el dolor en organización popular. Nos precisamos en la calle, pero con la eficacia del que amucha voluntades, del que sacrifica y posterga su individualidad, por mucho más, de la indignación por las redes sociales.
Nos tenemos que exigir más. Mucho más. Nos tenemos que exigir ser felices y para ello, necesitamos vencer, porque nos impusieron la tristeza a fuerza de derrotas. Y hoy para vencer necesitamos resistir. Como Milagro que aguanta el encierro revanchista de los poderosos.
Por una Navidad sin presos ni presas políticas. Libertad ya a Milagro Sala y las presas de Morales y Macri.
Colectivo de Medios Oveja Negra