Las mujeres al frente de la lucha
13 de octubre de 2017
Una nota que refleja los testimonios de Ana Luz Balor y Magda Duartes, compañeras que asumen el desafío de incorporar una agenda trasversal de las problemáticas específicas que hacen a la construcción de una Argentina más igualitaria.
Por Nadia García
El pasado 23 de septiembre, la candidata a senadora por Unidad Ciudadana Cristina Fernández de Kirchner, dio un nuevo impulso a la organización de las argentinas, convocándonos a ponernos de pie en la lucha contra el ajuste que lleva adelante el gobierno, con la comprensión de que, ante la falta de políticas públicas que propendan a disminuir la brecha de desigualad existente, la feminización de la pobreza es un fenómeno inescindible de neoliberalismo económico.
La llamada “doble jornada”, trabajo doméstico no remunerado que la sociedad pone, principal y casi exclusivamente, sobre los hombros de las mujeres; la segregación vertical, en lo que hace a los “techos de cristal” y “pisos pegajosos”, como factores que obstaculizan el ascenso jerárquico de las trabajadoras; la segregación horizontal, ligada a prejuicios culturales que encuentran su caja de resonancia en los ámbitos académicos, y una brecha salarial del 27%, que no logra explicarse únicamente por las causas predichas, agudizan las asimetrías propias de un sistema de mercado con un Estado ausente, que no asume la responsabilidad de legislar a favor de reducir esas desigualdades materiales.
Esta doble jornada se transforma en una triple afectación en el caso de las mujeres que asumimos el compromiso de involucrarnos activamente en la militancia política, como método de generar la organización popular necesaria para revertir las condiciones en que nos encontramos. Pero pese a esta carrera de obstáculos a los que nos vemos sujetas, no mengua el compromiso de quienes estamos convencidas de que solo la consolidación de la organización de este sector social, podrá ponerle un freno al ajuste del gobierno. Es por eso que en esta nota de Oveja Negra contamos con los el testimonio de dos compañeras que asumen el desafío de incorporar una agenda trasversal de las problemáticas específicas que hacen a la construcción de una Argentina más igualitaria, en dos distritos distintos del país.
Para llegar, las mujeres trabajamos el doble
Por Ana Luz Balor, candidata a Concejal por Unidad Ciudadana en Tres de Febrero, provincia de Buenos Aires.
Cuando el equipo de Oveja Negra me propuso hablar sobre el rol que hoy me toca vivir de candidata, mujer y militante me pareció un título enorme y un espacio difícil de ocupar. Enorme por la responsabilidad que concierne ser candidata del distrito que me vio nacer y crecer y de la organización que elijo cada día desde hace años. Difícil de ocupar porque a las mujeres nos cuesta el doble de esfuerzo acceder a cada lugar de representación, a cada espacio de poder.
Para llegar a ocupar esos lugares trabajamos el doble: logramos independizarnos laboralmente pero seguimos atadas en mayor medida a las tareas domésticas. Porque estudiar nos cuesta el doble si decidimos formar una familia, porque aun no podemos decidir sobre nuestros cuerpos. Porque nos matan todos los días y porque nuestra sociedad no escapa de este sistema mundial que es el patriarcado.
Hoy en nuestra querida Argentina tenemos un gobierno profundamente patriarcal, que decidió que la persecución política sea aun más fuerte con las mujeres, Milagro y Cristina son ejemplo de ello. En este contexto de ajuste y aumento del desempleo, las primeras que lo sufrimos somos las mujeres, consideradas más costosas para el mercado laboral, por lo que el índice de desempleo es mayor en nosotras. Además, en gran cantidad de trabajos seguimos verificando que a igual tarea no hay igual remuneración.
Leyes y políticas implementadas durante los doce años de gobierno kirchnerista, habían empezado a sembrar un camino de pequeñas batallas ganadas en esta larga lucha contra la violencia y la desigualdad, pero este gobierno vino a desmantelar aquellas conquistas significando un gran retroceso en este terreno.
Y es en esta lucha por la equidad de géneros y en la erradicación de la violencia contra la mujer en lo que no estamos dispuestas a retroceder. Vamos a seguir militando para transformar nuestro país desde donde nos toque dar la batalla y vamos a seguir luchando por mayores lugares de decisión en todos los ámbitos. Hoy en la provincia de Buenos Aires tenemos una ley que en cierta forma nos ampara: la paridad. Vamos a luchar para que se implemente en todo el país y finalmente, vamos a seguir luchando hasta que caiga el patriarcado y la ley de cupo no sea necesaria porque habremos finalmente logrado la igualdad de géneros.
Volver mejores es volver feministas
Por Magda Duartes, Concejala Electa por la ciudad de Corrientes.
Evita, sus compañeras, y cientos de mujeres antes de ellas, militaron el voto femenino que se hizo realidad en 1947, abriendo paso al ejercicio de los derechos políticos de las argentinas. Pero la posibilidad de votar y ser electas no garantizaba el goce pleno e igualitario: la política seguía entendiéndose como propiedad privada de los hombres, celosos del privilegio de desempeñarse con absoluta liberad en el ámbito de lo público. Fue necesario crear espacios de formación y organización para nuestras mujeres, libres de la mirada paternalista de los hombres. Surge así el Partido Peronista Femenino con la misma Evita como presidenta. Revolucionario para su época, hasta el golpe de Estado del 55, que arrasó con violencia a nuestras compañeras que resistieron la salvajada oligarca, arriesgando sus vidas a la par de los compañeros.
El triunfo de los gobiernos derechistas significó que las mujeres perdiéramos impulso en nuestra carrera hacia la igualdad de oportunidades, ya que no hay nada más revolucionario que las mujeres empoderadas como motor de cambio. Esto explica, en parte, el odio visceral que moviliza a las hordas conservadoras contra los movimientos feministas y sus representantes. Si bien Evita no se identificaba a sí misma como feminista, y tampoco Cristina, ambas condujeron movimientos políticos que nos pusieron a las mujeres como sujetas destinatarias de derechos y protagonistas de nuestra propia historia. Esta historia de avances y retrocesos se encuentra en un momento efervescente, con un feminismo popular que se abre lugar a la fuerza en la agenda pública, importando su impronta al mundo: hoy militamos con conciencia de que no podemos pensar en un mundo socialmente justo sin igualdad de género.
¿Alcanza con esa toma de conciencia? Por supuesto que no. Así como no alcanza con simplemente poner en lugares de representatividad a la mayor cantidad de mujeres, porque nunca fue una cuestión meramente de cantidad. Si hablamos de calidad, como les gusta hablar a los detractores de nuestra idoneidad para ejercer en el ámbito político, un requisito debería exigírseles a las mujeres que lleguemos a ocupar lugares de representatividad, es el de tener y expresar en cada una de nuestras acciones una perspectiva de género, que deberían tener los varones también.
¿Debe haber más mujeres en todos los espacios? Por supuesto que sí. No queremos depender del padrinazgo de los varones para que sostengan nuestras banderas, si hace décadas que las mujeres venimos peleando nuestras propias batallas con nuestras voces. Las que llegamos por el trabajo colectivo de muchísimas mujeres, para que cada logro sea compartido, nos toca la tarea de sostener la puerta, y abrirla para que entren todas las identidades de género que aún son invisibilizadas. Después de todo, sino volvemos con todes adentro, ¿para qué volver?