por Gisele Falcone *

Minou Tavárez Mirabal es filóloga, profesora y política dominicana. Presidenta y fundadora del partido político Opción Democrática que la llevó en 2016 a participar por primera vez en los comicios presidenciales de su país. Minou, es hija de Minerva Mirabal, una de las tres hermanas Mirabal (junto con Patria y María Teresa), convertidas en heroínas de República Dominicana por oponerse a la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo. Ambas fueron asesinadas por esta razón. Así es que el 25 de Noviembre, fecha del asesinato de “Las Mariposas”, fue elegido como Día Internacional contra la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, en conmemoración de ese hecho atroz.

“Me siento orgullosa como hija, como mujer, como dominicana, de que la fecha del 25 de Noviembre sirva para llevar adelante una campaña que es indispensable, sin embargo, no es suficiente… sólo un día no sirve, tienen que ser todos”, declaró Minou.

Por su inalcanzable lucha en contra de la violencia hacia la mujer, además de su historia personal y su rol como mujer política, fue invitada como expositora y única oradora en el cierre de la marcha del XIV Encuentro Feminista de Latinoamérica y el Caribe (EFLAC) que se realizó en Montevideo-Uruguay, en el mes de noviembre del 2017.

Un dato no menor es que, según la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), América Latina registra la mayor tasa mundial de violencia sexual contra las mujeres en general y la segunda mayor provocada por la actual pareja o la anterior.

Allí en el encuentro, entre aire de lucha, sonoridad y ganas de confluir en un espacio de organización y debate, Minou (una de las oradoras más aclamadas) brindó una entrevista a Resumen del Sur para contar sobre sus experiencias y reflexiones en ese camino que busca erradicar un mal que persiste y que mata a una mujer cada 12 horas en América Latina (1).

¿Cuáles fueron las resistencias y dificultades a la hora de ejercer un cargo político como mujer?

Empecé la militancia política en los movimientos estudiantiles de izquierda y en los movimientos de mujeres. Muchos habían participado del movimiento clandestino con mis padres e iniciado los movimientos feministas en la República Dominicana, y se sentían un poco mis madres, siempre me cuidaron. Entonces, mucho tiempo me sentí rodeada de afecto que no me lo había ganado yo, si no que lo estaba heredando como efecto colateral de las pérdidas. En mi caso, no tuve que romper una barrera.

Pero sí lo pude apreciar en muchas compañeras militantes, de la política.  Entonces llegué a la conclusión de que a todas nos tocaba empujar y que a veces aspectos que yo no entendía como obstáculos, sí lo eran. Una se acostumbra a vivir en un mundo tan machista que no percibe o ignora los atropellos y desprecios. Empecé a notarlo más cuando salí electa diputada. En el congreso hay que negociar, buscar consensos y muchas veces en esa búsqueda de votos de los colegas, te encuentras con esos tropiezos, con situaciones en las que vas a plantear un tema serio y te responden con un piropo. Y cuando reaccionas, te tratan de fundamentalista o feminista a ultranza.

Siempre sentí que tuve una responsabilidad de empujar puertas, abrirlas, para que todas podamos pasar. Eso es lo que sucede cuando una participa, sirve de estímulo para que otras también puedan y se animen.

¿Qué opinión te merece las presidentas y liderezas políticas que se han impuesto en la región en este último tiempo?

Yo quiero que las mujeres lleguen, eso es el empoderamiento real y no el empoderamiento desvirtuado que cree que con regalar máquinas de coser o gallinas la mujer se empodera.

El empoderamiento viene del acceso al poder y su mayor expresión es el poder participar en los gobiernos; en el poder ejecutivo, en el legislativo.

Aun así, no todas tienen compromisos con los temas de las mujeres. Pero mi experiencia en los tres períodos en los que estuve en la cámara de diputados, es que muchas terminan dándose cuenta que tienen que asumir los compromisos.

Una buena acción fue cuando las diputadas que pertenecíamos a la comisión de género nos propusimos hacer capacitaciones con las diputadas que salían elegidas. Con todas ellas se puede trabajar y aunque no estén comprometidas con la causas, incluso sirven para visibilizar.

En mi experiencia, por más minorías que seamos en esos espacios, terminamos rindiendo más. Pero hay que trabajar mucho para que no se reproduzcan esas conductas que tienden a negar la condición que vive la mujer en la política.

En la Argentina el término “militancia” es deslegitimizador; y en mayor medida son los medios de comunicación los que bastardean esta palabra y su significado. ¿Qué importancia le asignás a la militancia como generador de cambios en la sociedad?

Yo le doy toda la importancia. Desprestigiar la política como generadora de cambios es muy neoliberal. Le sirve a los poderosos para tomar las decisiones cuando la gente capacitada, con consciencia y compromiso se aleja.

Al formar el partido Opción Democrática, muchas mujeres me apoyaron. Una de ellas fue Sergia Galván -activista feminista dominicana y una de las fundadoras del EFLAC- y no ha sido fácil para ella, se ha encontrado con mucha resistencia entre las compañeras y esto es parte de lo que tenemos que superar.

Pero repito, el empoderamiento es llegar al poder para hacerlo diferente y el poder se tiene desde la política. Para mí tener poder, es hacer que muchas mujeres lleguen a nuestros congresos. Lo demás es muy importante porque sirve para generar consciencia pero no marca cambios fundamentales en nuestras sociedades, no se puede avanzar en nuestras agendas si no es desde la política.

(1). Según datos del Observatorio de Igualdad de Género de América Latina y el Caribe (OIG) sobre violencia de género.

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* Gisele Falcone es colaboradora del portal de noticias especializado en Política Internacional "Resumen del Sur", integrante del Colectivo de Medios Oveja Negra.