EL ANALFABETISMO NO ES IGNORANCIA
09 de junio de 2021
Los analfabetos son los más pobres entre los pobres. Los que no pudieron ir a la escuela o debieron abandonarla al poco tiempo porque tuvieron que trabajar desde niños. Los que repiten de año porque carecen de las condiciones mínimas necesarias para estudiar y aprender “como se debe”, ¿las razones? múltiples.
Por Jesica Gindin
Los analfabetos son los más pobres entre los pobres. Los que no pudieron ir a la escuela o debieron abandonarla al poco tiempo porque tuvieron que trabajar desde niños. Los que repiten de año porque carecen de las condiciones mínimas necesarias para estudiar y aprender “como se debe”, ¿las razones? múltiples.
Este, es un fenómeno masivo que se replica en zonas urbanas y rurales, se calcula que en nuestro país hay cerca de 642 mil personas mayores de diez años, que no saben leer ni escribir y cuyo grupo poblacional en su mayoría son mujeres. La pobreza tiene rostro de femenino y eso no es ninguna novedad. Matronas jefas de hogar, mujeres “solas” que capitanean su espacio privado, conviviendo en una misma casilla junto a sus hermanos, familias ensambladas, vecinos etc. Comparten lo poco que tienen, un plato de comida, su tiempo en el comedor barrial y siendo expertas creativas en el ejercicio de rendir aquello que entra y sale de la economía doméstica.
El aprendizaje de la lectura y la escritura es un proceso complejo, toma tiempo, se desarrolla y perfecciona en el ejercicio mismo de leer y escribir. La labor de las organizaciones sociales es necesaria, en la generación de estos espacios ya que son la referencia primaria de los vecinos permitiendo llegar allí, donde el Estado no tiene incidencia.
Desde la militancia política se tiene una premisa, contribuir al desarrollo de un pueblo crítico, autónomo, capaz de asumir la transformación de su propia realidad y según el pedagogo brasileño, Paulo Freire “La acción del educador humanista, revolucionario debe identificarse con la de los educandos y orientarse en la liberación de ambos” ¿Cuánto hay de ello? ¿Será que el capitalismo caló tan fuerte en nuestros vínculos que impide ver chispeos de esperanza? ¿Realmente a los gobiernos le interesa la alfabetización de sus ciudadanos? ¿Qué fue lo que sucedió por el camino?
La emergencia sanitaria mundial del Covid 19 plantea desafíos para todas las instituciones formales y no formales de nuestra sociedad. Las poblaciones históricamente vulnerables continúan acrecentando su marginalidad en la brecha salarial, de oportunidades y tecnológica. ¿Será una quimera llevar a la práctica la definición sobre educación que se encuentra en los artículos y publicaciones referidos a la temática?
En palabras de la pedagoga Gvirtz, “el derecho a la educación es el derecho a acceder, permanecer y egresar de una escuela que ofrezca educación de calidad, que respete la diversidad cultural y las necesidades de cada grupo y alumno, sin discriminación de ningún tipo. Donde se adquieren saberes, valores y experiencias que constituyen nuestro patrimonio cultural”. Esta, una definición modelo, en su tipoy forma para su disciplina. La realidad es que no tenemos cifras actualizadas, no hay programas oficiales de los gobiernos en sus distintos niveles, no hay acompañamiento y seguimiento de los casos del por qué se abandona la escolaridad y así, continúa engrosando la población de “los nadies, los hijos de nadie, los dueños de nada” como escribió alguna vez, el maestro Galeano.
Me pregunto ¿qué podemos hacer desde las organizaciones? cuando este capitalismo salvaje se adentra en nuestros sueños y proyectos de las causas colectivas. La militancia política debe poner en valor el trabajo en pos de una comunidad organizada. En estos tiempos fragmentados, líquidos, complejos y plásticos, también debemos fomentar el “hambre de conocimiento” entre nuestras filas de compañeres, para combatir la desesperanza que nos avizora.
Sabemos que es una tarea titánica, pero no imposible. Allí, la educación popular es y será el instrumento de acción transformadora que altere e inste a un nuevo pacto social donde la persona sea persona, valorizando la solidaridad por sobre la individualidad, donde podamos construir otros mundos posibles, imperfectos y sobre todo, crítico de nuestra realidad.