CARLOS INDIO MUJICA, RETAZOS DEL PERONISMO REVOLUCIONARIO
12 de abril de 2020
Con un poema de su hija Laura, homenajeamos al Indio. A once años que nos dejara para seguir conquistando sueños.
La foto que encabeza ésta nota no es de la mejor calidad que pueda encontrarse en la web, pero es una linda manera de recordar a alguien, y bien vale su publicación.
Recuerda Roberto Baschetti que "Esta foto se la sacaron a Mujica en Cuba, en el Memorial del Che, dejando como testimonio imperecedero, una placa de la Juventud Peronista de los ’70 en honor al argentino-cubano. Mujica había nacido el 1º de enero de 1950, “Año del Libertador General San Martín” como solía decir con humor y orgullo a la vez. La imagen que tenemos del “Indio” Mujica es inolvidable: con su boina negra, su cigarro, su copa de vino y su mirada astuta, para mostrarse sin dobleces, como era: vasco, cristiano y peronista."
Hace once años se reunia con sus compañeras y compañeros que ya no están en ésta tierra el Indio Mujica. El viejo cabrón, pero sin dobleces, que nos enseñó a tantos jóvenes que la historia no tenía tanta sangre y sacrificio para que apenas fuera un recuerdo para guardar en un arcón.
El siempre presente de la historia en acción de los compañeros que sobrevivieron al genocidio, estaba para enseñar que no volvemos a empezar cada vez, que somos una enorme eneñanza colectiva construída en potente puño que golpea la historia de los poderosos.
El Indio es de esos que sobreviven para anclar la historia con el presente, recordarlo, es asumir su imprescindible tarea.
Y hacerlo, del mismo modo en que lo hacía el Indio, encabronándose hasta que todo sea como lo soñamos.
En su homenaje, dejamos a continuación un poema de Laura Mujica, su hija, la peque. No asumimos mejor forma de homenajearlo que con un texto que nos acompañara su otra hija, María Mujica, por que por duro que fuera, el amor aflora en la mas jodida de las corazas.
Mi papá me enseñó muchas cosas, algunas prácticas, otras de la naturaleza, sobre las costumbres y de cómo actuar.
Me peinaba antes de ir a la escuela, me hacía la colita bien tirante y sin grumos como a mi me gustaba, íbamos caminando por las calles de barracas recolectando moras, limones y semillas.
A mi papá le encantaban las plantas, me enseñó sobre muchos árboles el que más recuerdo es el palo borracho que guarda agua en su tronco y pone sus semillas en una especie de algodón para que el viento se las lleve lejos. También se por él que el ceibo es la flor nacional, pero su preferida siempre fue la estrella Federal.
Me enseñó a germinar, plantar y cuidar .
Otra cosa que le encantaba hacer era cocinar, parece que este gusto le surgió de grande y que a mis hermanos mayores les hacía fideos con kétchup, ser la más chica a veces tiene sus beneficios.
Él cocinaba y yo miraba atenta.
Aprendí que las canicas son ingrediente fundamental a la hora de hacer dulce de leche casero, revolves una vez y las canicas giran y giran.
Aprendí a robar azafrán , a repulgar empanadas a entrenar el paladar.
Veíamos mucho el gourmet.
Los miércoles me esperaba con mollejitas a la parrilla y ensalada de rabanitos.
Decía que cocinar para un otro era el mayor acto de amor. Para sus cumpleaños el mejor regalo era un gran lemon pie, enseguida se le dibujaba una sonrisa en la cara y nunca me voy a olvidar de sus bigotes llenos de merengue que no se limpiaba para poder, en un rato, chuparlos y sentir de nuevo el sabor.
Nos gustaba mucho la naturaleza y nos fuimos de vacaciones al sur.
En la patagonia aprendí a hacer fuego, armar una carpa, divisar la Cruz del sur, a usar todos los implementos de la victorynox y a contemplar el paisaje más hermoso que ví.
Yo dije me quiero quedar a vivir acá.
También aprendí que te pueden robar y que podés fundir el auto y quedarte una semana varado en esquel.
Mi papá me enseñó muchas cosas pero las más importante es que nunca pero nunca hay que ser alcahuete.