Oveja Negra

17 DE OCTUBRE: LEALTAD A UN ACCIONAR REVOLUCIONARIO


10 de octubre de 2020

Oveja Negra

Damian Descalzo es colaborador de la Revista Movimiento y nos aporta en ésta decisión una perspectiva sobre la lealtad, la acción revolucionaria y nuestro 17 de octubre.

* Por Damian Descalzo

 

 

De pronto alzó la frente y se hizo rayo

(¡era en Octubre y parecía Mayo!),

Y conquistó sus nuevas primaveras.

El mismo pueblo fue y otra victoria.

Y, como ayer, enamoró a la gloria,

¡y, Juan y Eva Perón fueron banderas!

 

Leopoldo Marechal

 

Se suele señalar que el Peronismo nació el 17 de octubre de 1945. En cambio, en sus clases de “Historia del Peronismo”, Evita fechó su nacimiento hacia finales de noviembre de 1943, al momento de crearse la Secretaría de Trabajo y Previsión. Al marcar ese día no buscaba menospreciar la gesta de 1945, ni mucho menos. Luego retomaré este asunto. Lo importante de este enfoque de Evita es que explica profundamente la fundamental relevancia del 17 de octubre de 1945. A saber, no fue una mera muestra de lealtad hacia un líder “carismático”, sino el apoyo decidido y contundente a todo un programa de transformaciones políticas, económicas y sociales que Perón venía desarrollando desde hace más de dos años.

El 27 de noviembre de 1943, a instancias de Perón, se creó la Secretaría de Trabajo y Previsión. Desde allí, el entonces coronel realizó una descomunal cantidad de acciones para incorporar a los trabajadores argentinos al proceso revolucionario en marcha desde el 4 de junio de ese mismo año. Las jubilaciones, las vacaciones pagas, el Estatuto del peón, la creación de los tribunales del Trabajo, el modelo sindical de unidad promocionada, entre otros, fueron algunos de las trascendentales beneficios que durante 1944 y 1945 Perón hizo realidad efectiva para los trabajadores argentinos desde aquel organismo.

También se suele pensar que el 17 de octubre de 1945 se produjo el primer discurso de Perón desde los pisos superiores de la Casa Rosada. Esto no ha sido así. Más de un año antes, el 8 de julio de 1944, Perón juró como vicepresidente de la Nación y un rato después se dirigió a la muchedumbre reunida en Plaza de Mayo desde los balcones de la Casa de Gobierno. Ese día pasó a ocupar tres cargos en forma simultánea dentro del gobierno revolucionario: Vicepresidente de la Nación, Ministro de Guerra y Secretario de Trabajo y Previsión. Pero a la hora de hablar a la multitud que lo ovacionaba, gustó decir que los títulos que lo enorgullecían no eran los cargos que ostentaba, sino “el de ser soldado, el de ser considerado primer trabajador argentino y el de ser un patriota”. En aquella oportunidad, reafirmó las finalidades integrales de la política social de la Revolución de junio que buscaba satisfacer demandas de orden material y espiritual. En tal sentido, exclamó que era “necesario que la Revolución llegue a las almas, porque en este país, donde la naturaleza con toda prodigalidad ha derrochado a manos llenas la riqueza material, deberíamos dar todos los días gracias a Dios por sus dones maravillosos; pero esa riqueza no es todo. Es necesario tender también hacia la riqueza espiritual, hacia eso que constituyen los únicos valores eternos y que son los que unirán, si es necesario, a los catorce millones de argentinos, en defensa de la Patria, a costa de cualquier sacrificio.”

El prestigio de Perón fue creciendo y creciendo durante 1944 y 1945, en base a la enorme capacidad para hacer realidad las peticiones de todo tipo que le acercaban las diferentes organizaciones sindicales. Fiel al apotegma que se exhibía en las sedes de la Secretaría de Trabajo y Previsión, Perón hacía y realizaba. En octubre de 1945, Perón era –indiscutiblemente- la principal figura de la Revolución. Sus enemigos decidieron bloquearle la trayectoria política y promovieron su desplazamiento del gobierno revolucionario y su posterior detención. Pero ya era tarde. Perón ya había conseguido convertirse en el líder de los trabajadores de la Patria y bastaron unos pocos días para que ellos mismos lograran su rescate.

En las mismas conferencias de historia peronista que mencionamos al inicio del presente artículo, Evita manifiesta que el 17 de octubre de 1945 es el primer triunfo peronista. También la califica como “la fecha más querida”. Asimismo, definió a la movilización de ese día histórico como “un movimiento de gratitud hacia el hombre que había renacido lo último que se pierde y que ya había perdido el pueblo: la esperanza”.

Llegados de diferentes lugares de la periferia de Buenos Aires, cientos de miles de obreros pidieron y consiguieron la liberación de Perón. Bajo el seudónimo de Bill de Caledonia, Perón escribió que ese día había asistido “a los hechos más trascendentales de toda la Revolución de Junio… la Revolución hecha hacía dos años y cuatro meses por el Ejército había sido comprendida y había pasado al pueblo y, en consecuencia, había triunfado”. Aquí Perón vincula el 17 de octubre con un triunfo primigenio, como lo va a hacer luego Evita. En la noche, y ya ante la multitud, Perón impulsó a los trabajadores a que se unan, del mismo modo que lo venía haciendo desde hace dos años desde su puesto de combate en la Secretaría de Trabajo y Previsión. “¡Únanse! Sean hoy más hermanos que nunca…sobre la hermandad de los que trabajan ha de levantarse la unidad de todos los argentinos”, proclamó. Aquella vez se selló un vínculo indestructible entre Perón y el pueblo trabajador. Todavía hoy se recuerda aquella memorable, contundente y categórica muestra de lealtad. Lealtad al líder que tantas realizaciones le había otorgado a los obreros de la Patria. 75 años han pasado del 17 de octubre de 1945 y todavía no se han borrado los vestigios de esa obra imperecedera.

 

* Abogado, escritor y miembro de la Revista Movimiento (www.revistamovimiento.com)

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