Victoria chavista, oxígeno y dilemas opositores
17 de octubre de 2017
Por Augusto Taglioni*
El chavismo obtuvo una victoria importante y contundente. Sí, no es una noticia de 2012, es 2017 con una crisis económica y social muy delicada y después de meses violentos que se han llevado la vida de cientos de venezolanos.
El Partido Socialista Unido de Venezuela ganó 17 de las 22 regiones con resultados irreversibles, a la espera de la confirmación de lo que suceda en el Estado de Bolívar. Esta victoria está por encima de lo que muchos pensaban y, si bien perdió tres Estados en manos opositoras, terminó ganando territorios importantes como Miranda, gobernada por el opositor Henrique Capriles hace 8 años. Con estos comicios se termina de actualizar el cronograma electoral quedando por delante solo las presidenciales del año próximo.
Intentemos desmenuzar los resultados de una jornada en la que el chavismo recuperó oxígeno.
En primer lugar, la participación fue alta y el nivel de abstencionismo anduvo muy por debajo de lo que se esperaba. El 61,4 por ciento de participación superó la de 2012 y, a vistas de los resultados finales, terminó beneficiando al oficialismo.
Una primera reflexión a la que podríamos llegar es que es muy difícil analizar la situación de la realidad venezolana desde la perspectiva sesgada con la que se abordan en la enorme mayoría de los medios internacionales. Es tan cierto que el chavismo ganó más elecciones de las que perdió (siempre reconociendo los resultados) como que abusó de la concentración de poder para demorar el cumplimiento de estos últimos comicios esperando un momento propicio en el marco de una crisis que le podría haber generado resultados desfavorables.
Por otro lado, es muy importante reconocer que la iniciativa de la Asamblea Nacional Constituyente fue clave para desmovilizar a la oposición y demostrar que una parte importante de la sociedad quiere votar en un marco de relativa paz y normalidad. El chavismo llegó a las elecciones regionales con unidad interna tanto en su pata política como en la militar, con una crisis que parece haberse tranquilizado a pesar de la todavía delicada situación económica y lo maltrecho de un sistema productivo que debe ser repensado, una oposición dividida por la decisión acertada para quien escribe de participar de las elecciones en lugar de profundizar la desobediencia civil impulsada por algunos sectores minoritarios y, por sobre todas las cosas, una mesa de diálogo con sede en República Dominicana.
Esto, sumado a las bravuconadas del presidente de Estados Unidos, Donald Trump y su intención, o al menos el hecho de no descartar intervenir militarmente el país bolivariano, amplió la base de sustentación de un chavismo que parecía estar al borde del knock out hace algunos meses atrás.
En este marco, el chavismo ganó en varios aspectos más allá de haber perdido algunos Estados. Antes decíamos que el chavismo ganaba aún perdiendo, pues bien, demostró estar en condiciones de llevar adelante un proceso electoral sin problemas y con más de 70 observadores internacionales -más allá de las denuncias de la oposición al finalizar la jornada de la que nos ocuparemos más adelante- y mantuvo una base de apoyo superior a lo imaginado dado que, si hacemos promedio nacional de votos, la diferencia es 54-46 a favor del chavismo, idéntica a la última elección que Chávez le ganó a Capriles en 2012. A su vez, demostró renovación con un dirigente joven como Héctor Rodríguez, flamante gobernador de Miranda que pudo derrotar a Capriles, ni más ni menos.
Ahora bien, es importante analizar lo que podrían ser acontecimientos posteriores a la jornada electoral si que el gobierno comete algunos errores que vuelvan a empantanar la situación política. En primer lugar, si obliga a los gobernadores (especialmente a los 5 opositores, probablemente 6 si se confirma la victoria en Bolívar) a juramentar frente a la Asamblea Nacional Constituyente. Esta posibilidad, manifestada en varias ocasiones por Diosdado Cabello, echaría por la borda los avances de la mesa de diálogo de República Dominicana y ubicaría a la MUD nuevamente en una posición de rebeldía. Si bien la Constituyente significó una audaz jugada política del chavismo para recuperar iniciativa y movilizar a buena parte de la población, no deja de ser una institución supraconstitucional que, mientras no redacte una nueva constitución, corre el riesgo de chocarse en funciones con la Asamblea Nacional conducida por la oposición.
El chavismo debe enfocarse en mantener el diálogo con la MUD y pensar estrategias que le permitan mejorar la calamitosa situación económica de cara a las presidenciales del año próximo.
La gran pregunta ahora es: ¿qué hará la oposición? Al final de la jornada electoral pasó lo que muchos suponíamos que iba a suceder, el no reconocimiento de los resultados oficiales. Como cada vez que pierde, la oposición denunció fraude. Más allá de lo que puedan o no prosperar los pedidos de auditoría, lo que está claro es que la oposición sintió muy fuerte la derrota a pesar de haber ampliado los estados en los que gobierna de tres a cinco y, muy probablemente a seis. Desde lo matemático, duplicar la representación en las regiones no es un mal resultado, pero claro, esperaban mucho más y el horizonte para las presidenciales es incierto.
Aquí varias cuestiones. Hay estados perdidos que grafican lo que fue una dura derrota política en los Estados de Lara y Miranda, conducidos por dos figuras opositoras importantes como Henri Falcón y Henrique Capriles. Por otro lado, de las 5 regiones en manos de la MUD, tres son fronterizas con Colombia como Mérida, Táchira y Zulia. Algunos analistas oficialistas ya están hablando, apresuradamente creo, de una posible Media Luna venezolana de la que deberán supervisar para que no se profundice el tráfico de diversos productos, drogas y, lo que sería mucho peor, el paramilitarismo. Si bien el punto parece exagerado, no hay que dejar de prestarle atención.
Decíamos más arriba que la MUD no reconocerá los resultados oficiales. ¿Tampoco en los 5 Estados en los que logró la victoria? Desconocer la elección, sostenerse solo en el poder del Estado que controlas y retomar el camino de la violencia es aislarse y entregarle en bandeja al chavismo la elección del 2018 a la que llega derrotado y sin un candidato competitivo. Un dato interesante es que de los 5 Estados opositores, 4 fueron para candidatos de Acción Democrática, tal vez, el ala más institucionalista de la oposición a diferencia de Primero Justicia de Leopoldo López que no ganó ninguna región. Puede observarse, según los resultados electorales, que para el electorado opositor son una mejor opción aquellos que no apelan constantemente a la violencia. Institucionalismo o radicalización parece ser el dilema de fondo de la oposición que aún no termina de resolverse.
Queda claro que a la MUD le hace falta algo más que apoyo internacional y denuncias para poder derrotar a un chavismo que no termina de morir a pesar de las innumerables profecías.
Gobierno y oposición tienen la oportunidad de encausar la normalidad en un país que hace tiempo se acostumbró a vivir a los tumbos. El chavismo demostró una enorme capacidad de levantarse a pesar de las sanciones internacionales y el aislamiento al que fue sometido por la nueva ola conservadora que gobierna países importantes como Brasil y Argentina.
Esta recuperación no debe ser el árbol que tape el bosque que el chavismo debe atender para resolver una crisis social y económica que ha golpeado fuerte en los sectores más humildes, ni tampoco debe nublar la visión de quienes pretenden neutralizar la responsabilidad del Estado en los hechos de violencia vividos con anterioridad.
Millones de venezolanos demostraron lo que muchos sosteníamos cuando Venezuela era un polvorín. La única garantía para la salida de la crisis es el diálogo y la democracia.
*Especialista en politica internacional. Responsable del colectivo de medios Oveja Negra Mar del Plata.
NOTA PUBLICADA EN WWW.RESUMENDELSUR.COM