UNA NUEVA “SANATA” DE LORIS
04 de octubre de 2017
Por Eduardo de la Serna.
Un reciente artículo de Loris Zanatta en el diario La Nación pretende descalificarnos a los “curas opp” con un criterio fundamental: “el mito de la nación católica”. AQUÍ EL ARTÍCULO
Zanatta es un conocido profesor italiano de historia, que conoce bastantes datos de la antigua realidad Argentina y ha escrito (en general en colaboración con Roberto Distéfano) sobre “Historia de la Iglesia Argentina”.
Dejo a los historiadores el análisis sobre su obra historiográfica y muy brevemente me quiero detener en el artículo en cuestión.
En el mismo no hay ningún análisis sobre si lo que los OPP decimos sobre la actual realidad argentina es cierto o no (incluso pretende que analicemos temas – como el antiguo y supuesto “cepo cambiario”, por ejemplo – tema que no nos interesa comentar, si nos perdona), solamente se detiene en nuestro planteo de que creemos que “un cristiano” no puede darle el voto “a un gobierno como este”. Partiendo de este dato “analiza” que los opp queremos “una nación católica”. Por otra parte, su punto de partida, nunca cuestionado por el autor, es que somos un grupo de “curas k” como él – y el diario en el que escribe – ha elegido etiquetarnos.
Así el “historiador” tiene dos slogans desde los cuales “analiza” nuestro texto y nuestra mirada de la realidad: los curas k quieren una nación católica, suponiendo, entonces, que creemos que el ‘gobierno k’ nos llevaría a serlo, mientras que – sostiene él – el ‘gobierno m’ nos liberaría de semejante mito. En ningún momento, por ejemplo, analiza o se pregunta si realmente somos “curas k”, este es un dato adquirido, un mito quizás. En ningún momento analiza lo de “nación católica” (dejando de lado que decimos “cristianos” y es peligrosa la identificación de la catolicidad con el “todo cristiano” ¿o no?, ¡un historiador debería saberlo!).
El ilustrado italiano nos explica a los ignorantes latinoamericanos y nos enseña desde su sabiduría europea que pretender que hay cosas que no son cristianas no se pueden decir en política. Parece que los cristianos, al decir de su ilustración, no podemos creer que hay políticas más cristianas, o anticristianas directamente. Es cierto que hay decenas de obispos que han señalado (en España, Estados Unidos o Perú, por ejemplo) que “un católico no puede votar” tal propuesta; pero cuando se trata de homosexualidad, ideología de género y “esas cosas” es mucho más grave que el hambre, la pobreza, la injusticia o la muerte. Es estos temas, pareciera, entramos en la “materia opinable”. Es decir, pareciera que después de analizar la situación, y ver que estamos en un contexto de empobrecimiento y "genocidio por goteo", los cristianos –al decir del iluminado europeo– debiéramos permanecer sin decir nada. Es decir –según mi pobre entender – el columnista de La Nación nos pide que como curas no digamos palabra frente a la muerte y el hambre porque su sabiduría no nos lo autoriza.
A modo de síntesis quisiera decir algunas cosas…
1. Para decir lo que mi conciencia me indica que debiera decir, no espero la autorización de ningún ilustrado europeo que me trate de “pobre tipo sudaca”;
2. Para mi mirada de la realidad, como decía el viejo Jauretche, suelo estar en las antípodas de lo que La Nación señala, y –que me perdone el sabio Loris– creo que “dime dónde escribes y te diré quién eres”;
3. Si un análisis de la realidad presente se hace en base a dos slogans incuestionados, sin discutir las fuentes y sin mirar otras posibilidades, que me vuelva a perdonar Loris pero no leeré sus libros: no puedo entender que analice bien el pasado quien no entiende y analiza caricaturescamente el presente;
4. Quién no entienda que hay algunas cosas más cristianas que otras, o cosas directamente anticristianas, como la muerte, el hambre, la injusticia o la mentira, no me parece que tenga entidad para analizarlas en la vida pasada o presente;
5. Zanatta con frecuencia escribe en La Nación (otra vez “dime dónde escribes…”), criticando el “populismo” de Francisco, o su mirada ante el tema de los “migrantes”. Tiene todo el derecho del mundo de expresarla, especialmente en la “tribuna de doctrina”, pero ¿me permitirá el omnisciente italiano a mí, un pobre argentino de los barrios periféricos del conurbano, no estar de acuerdo? Imagino que casi perdonándome la vida sonreirá y pensará “pobre tipo, ¡con razón es k!” sin saber con quién está hablando, pero con la certeza de su dogma de la historiografía de la verdad. ¿O ésta será otro mito?