SEIS ASPECTOS SOBRE LA GLOBALIZACIÓN DEL CORONAVIRUS
25 de marzo de 2020
Por Aritz Recalde *
Primero. Un grupo reducido de países y de corporaciones económicas y mediáticas definen las agendas del debate público internacional, incluida la salud.
En la actualidad buena parte de los gobiernos de la región están orientando sus políticas de Estado a enfrentar el coronavirus y a evitar que se produzcan cuadros epidemiológicos como en Italia o en España.
Lamentablemente, en Sudamérica el hambre y las enfermedades evitables matan decenas de miles de personas al año y eso no deriva en una campaña mundial de la OMS, ni tampoco ocupa los titulares de los diarios y de los portales del mundo. El coronavirus y el temor a repetir la “catástrofe europea” conducen a los Estados pobres a tomar decisiones radicales como el cierre de fronteras, la paralización de la economía y la reorientación de los escasos fondos de salud. No ocurre lo mismo con los dramas sociales y sanitarios estructurales de sus propias comunidades que padecen privaciones y muertes evitables.
En Sudamérica asusta más la indiferencia a actuar sobre los dramas ya conocidos hace décadas, que el temor a lo incierto que trae el coronavirus. Es muy importante prevenir el COVID-19 y nadie lo quiere negar. Pero es aún más fundamental instalar en la agenda regional y mundial una conciencia de nuestros problemas estructurales y de la necesidad de un plan para resolver los dramas sociales y de salud de la población.
Los organismos y las corporaciones de los países centrales son los responsables del funcionamiento del actual capitalismo financiero que destruyó el Estado de Bienestar y su sistema de salud. En el actual sistema económico se privilegia más el pago de la deuda externa, que saldar la terrible deuda social. Hasta que no cambie esa perversa lógica, seguirán muriendo miles de sudamericanos por causas de la pobreza, el subdesarrollo y las enfermedades.
Segundo. El coronavirus profundiza la crisis de la globalización.
La ideología de la Globalización surgió como justificación del unipolarismo norteamericano y británico de los años ochenta y noventa y actualmente se encuentra en una severa crisis de legitimidad. Por un lado, sus fundadores lo cuestionan, entonces nos encontramos con que Donald Trump tiene una política proteccionista y los ingleses salieron de la Comunidad Europea reivindicando los valores nacionales.
La ideología y las instituciones de la Globalización justifican la socialización mundial de las pérdidas financieras y la privatización de las ganancias en pocos Estados y corporaciones. La riqueza va hacia el Centro y la pobreza y la crisis social y sanitaria se desplazan hacia las periferias.
Frente al coronavirus los Estados centrales no dudaron en tomar medidas de claro contenido nacional y se bloquearon los intercambios de turistas, del comercio y se cerraron las fronteras. Poco y nada hacen para ayudar a los países pobres. Son internacionalistas para lograr la libertad de sus empresas en nuestros países y son nacionalistas para cuidar a su gente y a sus intereses.
Los organismos internacionales que promueven los ideales de la Globalización se muestran incapaces de contribuir de manera contundente a la lucha contra el coronavirus y contra los problemas sanitarios de Sudamérica. Incluso, se puede aventurar que en caso de que se produzca una vacuna o cura del COVID-19 estos mismos organismos serán los encargados de defender el “libre mercado” y la apropiación privada de la renta que ello genere.
De continuarse la política de la Globalización neoliberal, los gobiernos y los pueblos estarán indefensos frente al coronavirus, las epidemias y a los males sociales.
Tercero. Los países enfrentan al coronavirus con políticas antiliberales.
Quedó evidenciado que la ideología liberal consumista, hedonista e individualista es parte del problema y no de la solución. Dicha cosmovisión es la que justificó entre la población la destrucción del Estado de Bienestar y del sistema público de salud. Esa ideología debilita la acción colectiva de la comunidad y desalienta la organización popular.
Las naciones que con más efectividad están abordando el tema del coronavirus son aquellas en los cuales la ideología neoliberal no es la hegemónica. China es un caso paradigmático. El país tiene un Estado Central fuerte a cargo de un Partido Comunista y para atacar el problema aplicó el principio del interés colectivo sobre el particular, la intervención gubernamental y la planificación estatal. Por si no fuera poco y bajo ese sistema antiliberal los chinos ya estarían en condiciones de producir una vacuna.
Cuarto. Se está imponiendo el pánico de masas
Las corporaciones norteamericanas administran la estructura de comunicación por Internet que está aterrorizando a los pueblos. Se está imponiendo a las personas un miedo que impide la acción racional de prevención y que induce a las personas al individualismo exacerbado. Entre otras cuestiones, esta situación conduce al desabastecimiento, a la inflación y a los enfrentamientos. El mensaje de los grupos concentrados de televisión y radio está interpelando a esa población en estado de pánico y amplifica aún más la psicosis colectiva.
Pocas veces en la historia de la humanidad se produjo una universalización tan potente del sentimiento de pánico y de angustia de las masas. Debemos tener en cuenta que los pueblos en estado de inseguridad y de temor son permeables a aceptar cualquier régimen político.
Quinto. Los organismos regionales están ausentes
El tratamiento gubernamental del coronavirus en Sudamérica es una muestra preocupante del debilitamiento de los organismos regionales de concertación y de acción conjunta.
Los Estados toman decisiones inconsultas con sus vecinos, cuando sería oportuno tener una agenda sanitaria regional para enfrentar este y otros desafíos.
Asimismo, mucho se puede hacer en ciencia y tecnología y en la producción pública y privada de medicamentos que son fundamentales para la comunidad.
Sexto. Faltan políticas nacionales de desarrollo
Argentina hace tiempo que adolece de una política nacional de desarrollo de mediano y de largo plazo. La poca eficiente manera de encarar el tema del coronavirus en las primeras semanas, es un síntoma de un problema profundo que trasciende a un gobierno o a un solo partido.
No parece haber conciencia entre un sector de la dirigencia del problema real de la salud pública del pueblo, del estado deficitario de los hospitales provinciales y de las unidades sanitarias municipales o de los inconvenientes que atraviesan las obras sociales. No se debate la soberanía sanitaria y no se trabaja prácticamente con la comunidad para construir el sujeto colectivo que enfrente los problemas de la salud con perspectiva comunitaria.
Por ejemplo, en el país en promedio mueren 30.000 personas de neumonía e influenza al año, lo que supondría alrededor de 2500 por mes y 80 por día. Los decesos se acumulan en los meses invernales y en esta época del año las muertes son más elevadas. Hay un desconocimiento general entre la población y entre los comunicadores de esta situación y seguramente tienen más información sobre las muertes ocurridas en Italia que en la Argentina. Con esta realidad epidemiológica sería lógico que todos los gobiernos, año tras año, implementen una potente campaña de prevención y de inversión planificada de los recursos: eso pocas veces ocurre.
Cuando esto efectivamente suceda vamos a tener una población más concientizada y menos aterrorizada con los peligros de las gripes, las neumonías y el COVID-19. El sistema de salud pública va a estar más preparado para enfrentar los problemas respiratorios y el aparato periodístico actuará con mayor racionalidad.
Toda crisis supone una oportunidad
Los pueblos y gobiernos de las naciones pobres tienen que bregar por instalar una agenda de temas y de políticas sociales y sanitarias que sirvan para enfrentar nuestros problemas históricos estructurales. Hoy es la lucha contra el coronavirus, mañana deben afrontarse los desafíos permanentes y nunca resueltos que dejan miles de vidas en el camino.
Para superar el individualismo liberal se deben reforzar los valores nacionales y de comunidad. La nación es una unidad de destino, un principio de solidaridad social y un proyecto político y económico de desarrollo en movimiento constante. La comunidad debe organizarse y mantener firmes sus valores solidarios para enfrentar al coronavirus y al conjunto de problemas sociales y sanitarios.
La dirigencia tiene que concientizarse acerca de que la regulación pública y social de Internet y de la prensa es un tema de seguridad nacional. En la comunicación está en juego la estabilidad política de la Argentina del presente y del futuro.
La lucha contra el coronavirus y contra el subdesarrollo y la muerte en masa de la población marginal sudamericana, debe reunir a todos los mandatarios de la región. El siglo XXI encontrará a los sudamericanos unidos o dominados.
* Sociólogo, docente de la Universidad de Lanús