RENE HOUSEMAN, LA OVEJA NEGRA DEL FÚTBOL ARGENTINO.
22 de marzo de 2018
Nota publicada en la edición impresa de Oveja Negra, en Junio del 2010. Escribe Ignacio Geniz.
René Houseman y la Oveja Negra se tomaron un café en un bar de Belgrano, cerquita de la cancha de Excursionistas. Ahí pudieron charlar de fútbol y de la vida.
Oveja Negra: René cuéntenos un poco cómo fue su infancia.
René Houseman: Bueno, yo nací en La Banda, Santiago del Estero, pero nos vinimos a vivir a Buenos Aires cuando tenía dos años. Nos instalamos en la villa de Bajo Belgrano y nunca más me fui del barrio. En ese tiempo en la villa vivía gente muy trabajadora, humilde, que trabajaba todo el día para ganarse el mango. Y guardo los mejores recuerdos porque además empecé a ir al club Excursionistas que terminó siendo casi mi segunda casa.
O.N. Sin embargo usted debuto en Defensores de Belgrano, la contra. ¿Cómo pasó eso?
R.H. Sí, es verdad. Yo quería probarme en Excursionistas y fuimos, pero nos dijeron que no querían villeros. Después de eso armamos un equipo con pibes del barrio para un campeonato que se hizo y lo ganamos invictos. Entonces se nos ocurrió ir con otros cinco jugadores a probarnos a Defensores y quedamos. De entrada les aclaré a todos que yo era de Excursio pero nadie me reprochó nada. Dijeron que mientras yo jugara bien no había problemas.
O.N. ¿Cuánto estuvo en Defensores de Belgrano?
R.H. Dos años. Empecé en la sexta, enseguida pasé a tercera y en menos de un año ya estaba jugando en primera. En esa época jugaba de ocho hasta que un técnico que teníamos me dijo que me iba a poner de wing porque se había lesionado el titular, que se llamaba Vidal Ayala. Yo no tenía problemas porque con tal de jugar iba hasta de arquero. Así que medio de casualidad pasé a ser wing derecho, anduve bien y no salí más del equipo.
“Nos instalamos en la villa de Bajo Belgrano y nunca más me fuí del barrio”.
O.N. Ahí lo fueron a buscar de Huracán.
R.H. Claro, yo paso a préstamo con opción por un año y después Huracán tenía que decidir si me compraba o no. A los cinco meses hicieron uso de la opción. Esto fue en el 73 y enseguida salimos campeones con ese equipazo que armó el Flaco Menotti, que para mí es como mi padre porque me dejó enseñanzas para el fútbol y la vida. Ese equipo fue el mejor que yo vi en mi vida, tenía todo para ser campeón y por suerte se nos dio. No creo que se vuelva a ver uno igual. Ganábamos, gustábamos y goleábamos.
O.N. Después del título lo convocan a la selección ¿Cómo vivió la experiencia de su primer mundial en Alemania 74?
R.H. Lo que más te llega de todo es escuchar el himno estando tan lejos de casa, de tu país. Mientras lo cantas se te vienen a la cabeza los amigos, la familia, lo mucho que uno luchó para llegar a ese momento. Ahora, en cuanto arranca el partido y tocas la primera pelota te olvidas de todo. Ahí no importa si tenés un familiar enfermo, problemas emocionales, si te deben los premios, nada. Cuando empieza el partido pensás nada más que en eso.
O.N. El 78 es el mundial de la polémica por los militares y el partido con Perú ¿Qué pudo ver en ese momento?
R.H. Todo lo que ví es que a Perú le hicimos seis goles. Y si teníamos que hacerle 12 yo creo que se los hacíamos porque salimos mentalizados en ganar como sea. Me acuerdo que ni bien empieza el partido uno de los peruanos pegó un tiro en el palo que si entraba se acababa todo. Pero estábamos muy tranquilos y confiábamos en el equipo. En el entretiempo el Flaco nos dijo que sigamos así que no se nos podía escapar y en el segundo pudimos cerrar la goleada.
O.N. ¿Y con los militares?
R.H. Nosotros no sabíamos todo lo que estaba pasando en el país. Creo que si hubiéramos tenido idea de las barbaridades que hicieron los militares, ninguno de nosotros jugaba el campeonato. Es lo que creo yo. Al vestuario vinieron una vez, contra Perú. No me acuerdo si estaban los tres pero Videla estaba seguro. Yo me estaba cambiando y cuanto entró no me vestí ni le dí la mano. No me interesaba.
O.N. ¿Cómo te trata la gente por la calle?
R.H. Diez puntos, hasta los cuervos me saludan porque yo siempre les quise ganar, si es posible les quería hacer diez goles, pero siempre los respeté. Una vez en cancha de Vélez me cruce a la hinchada de San Lorenzo y pensé que me iban a matar. Pero cuando me reconocieron empezaron todos: “Loco, ídolo ¿Por qué no te viniste a Boedo en vez de ir con esos quemeros?”. Eso se da porque siempre me manejé con el mismo respeto por todos.
O.N. ¿Qué es de la vida de Houseman hoy?
R.H. De vago, en mi casa tratando de disfrutar de mi familia y mis afectos, en el barrio donde viví toda la vida y me siento querido por la gente. Doy charlas en clubes del interior donde me llaman para que les hable a los chicos. Olguín, que fue campeón conmigo en el 78, me llevó a Campana a hablar un par de veces. También estoy yendo a 25 de Mayo para lo mismo y lo disfruto mucho.
"Hasta los cuervos me saludan en la calle".
O.N. ¿Se arrepiente de algo de lo que hizo en su carrera?
R.H. Cuando estuve en Independiente me porté bastante mal, sobre todo con Pastoriza que confió mucho en mí. A veces me escapaba de la concentración, tomaba y no rendía como tenía que rendir. Con el tiempo te das cuenta de esas cosas y la verdad es que me dolió mucho cuando me enteré de la muerte de Pastoriza porque me hubiera gustado pedirle disculpas. “Hasta los cuervos me saludan en la calle"
ONE WINE, ONE BEER, ONE SCOTCH
Un detalle poco conocido de la carrera de René Houseman es su breve paso por el fútbol sudafricano para jugar en el AmaZulu F.C. de la ciudad de Durban. De su estadía en tierras de Nelson Mandela, Houseman recuerda: “Los jugadores eran muy buenos, todos rápidos y grandotes. Les faltaba algo de picardía y a veces les hacían goles por estar distraídos pero se notaba que tenían buena técnica.” Después de tres meses de estar jugando para el AmaZulu, recibió un maletín repleto de billetes de rands sudafricanos como parte de su contrato, pero cuando fue a cambiarlos apenas era poco más de 5 mil dólares, muy por debajo de lo que le habían prometido previo a su partida. Fue entonces que decidió retornar a la Argentina donde terminó firmando para Independiente.
Mientras duró su vinculo con el club, Houseman confiesa que se aburría porque no entendía el idioma, aunque aclara que aprendió lo que a él le interesaba: “One wine, one beer, one scotch” (un vino, una cerveza, un whisky), remata el loco con una sonrisa.