El voto de los invisibles
22 de agosto de 2023
Tras las elecciones PASO del pasado domingo, fueron muchos y variados los análisis de los resultados. Una jornada en la que la única sorpresa fue que Milei sacó más votos de lo esperado. Sin embargo, a esos análisis también hay que sumar aquellas tareas concretas e imprescindibles. Con urgencia, pero con la convicción de aportar a la construcción de la Patria que soñamos.
Por Fernando Gómez
“No es sueño la vida. ¡Alerta!” supo escribir Federico García Lorca en tiempos de impacto emocional, intelectual y moral que inundó su poesía al retratar la dura realidad de la ciudad de Nueva York.
Alertaba el poeta sobre la deshumanización de un mundo que vivía sin descanso, un llamado de atención sobre una realidad a la que había que prestarle mucha más atención que la que le ponía la humanidad que transitaba su existencia rodeado de miserias, materiales y morales.
Una doña, una más de tantas doñas. Con el cansancio de sus años a cuesta, con la historia nuestra impregnada en su memoria que tropieza por los años. Años de trabajo que se reflejan en el cuerpo dolorido. La doña va cargando bandejitas de plástico con alimentos, llena cinco bandejitas “para la semana” le advierte a la china que atiende y se prepara para pesarle la compra.
El número no impacta el bolsillo de muchos. Pero sí el de la doña, que aparta una bandeja y le pregunta a la china si puede devolverla a la exhibidora de donde la sacó.
Alguien arrima unos pesos para que complete la compra, la china cede un poco sus pretensiones, la doña se niega. Todos insisten. La doña sonríe y agradece, y aún así no puede esconder el dolor de la injusticia de no poder pagarse sus cinco bandejitas con la plata que recibe como jubilación, magra compensación por los años de sacrificios que exhiben sus achaques.
Al lado de la china, que tuvo un generoso gesto, se encarga de cerrar al vacío las bandejas que “son para llevar”. La tarea previa al pesaje. Arrancó hace unas pocas semanas a trabajar, había visto el cartel de “se necesita cajera”. Poca guita, poco franco, todo en negro, pero horas cortadas, lo que permite pensar en alguna changa también cerca de su casa.
¿Soñará con seguir estudiando? ¿Con terminar el secundario? ¿Con mejorar el trabajo? ¿Con agarrar una changa? ¿O apenas transita su existencia? No hay aguinaldo, ni vacaciones pagas, ni convenio colectivo y no habrá indemnización. Salvo que la patrona así lo quiera. Ni ahí, ni en la changa.
El piberío que gasta tiempo en la esquina. El que tiene a su hermano más grande arrastrando consumos heredados de generaciones anteriores. Otro que tiene a algún familiar que vive del consumo del hermano de su amigo. El que va a la escuela a comer, el que ve tiene mil hermanos en el comedor donde su madre hace suyos a los hijos de los demás.
La piba que mira por encima de su hombro para volver tranquila a su casa cuando cae el sol. Los que esperan en la calle para no meterse en la casa que alquila en la que convive con tres familias el dolor de su existencia.
El chabón que arrastra un linaje acumulativo de misiadura, como retrataba la milonga de Tabaré al otro lado del charco. El que se cayó de lleno en la supervivencia cotidiana de changuear de lo que venga y sueña con que lo lleven a una obra donde le firmen la libreta. Que quiere zafar de la bronca que siente por el viejo que se rajó de la casa sin dejar un mango, muchos hermanos y su madre abandonada.
Nuestra Patria se llenó de invisibles a plena luz del día.
La tierra de los nadies de nuestra historia, allí donde el peronismo se transformó en esperanza. Los grasitas, los descamisados, los humildes que Perón y Evita sacaron de la oscuridad, ahí donde encendieron el fuego que los hizo invisibles.
Ahí donde empezó a soñarse la vida, y no sólo trascender con dolor su triste existencia.
Se llenó de análisis imprescindibles el resultado electoral del 13 de agosto, ahí donde la única sorpresa es que el descabellado Javier Milei sacó un poco mas de votos que lo esperado. Pero a los análisis hay que sumarle tareas concretas y también imprescindibles.
Es imprescindible lograr que la clase política intente conectar con nuestro pueblo. No tanto para despertar su propio instinto de supervivencia, sino porque en definitiva la cámara de eco que los rodea y la nube de pedos en que viven, nos está llevando a la enorme mayoría, incluida la propia militancia que le permitió sus privilegios, a una catástrofe todavía inconmensurable.
Conectar con ese pueblo de carne y hueso, allí donde se sufren las consecuencias de la celebración de unos pocos. Allí donde las fotos de campaña, los lindos trajes y los vestidos de diseño, empezaron a dejar de ser motivo de admiración hace rato, y están dejando de ser parte del desineterés para transformarse en esa bronca que sólo explican las desigualdades y las injusticias.
Hay una clase dirigente que precisa, rápidamente, poder comprender que no los va a salvar preguntarle a un gobernador qué necesita para que le fiscalice mejor la elección, o pedirle a algún intendente las razones por las que se verificó un corte de boleta exiguo, no les va a salvar el pellejo de los quilombos que se pueden aproximar.
Lo único que les puede salvar la elección, es comprender a ese pueblo de carne y hueso que acaba de provocar que la mitad de los votos que pusieron al Frente de Todos en el gobierno se hayan ausentado de las urnas, hayan votado en blanco o se fugaran hacia otras opciones electorales.
Pero no es sólo la clase dirigente que habita por oportunidad éste tiempo desdibujado del peronismo la que tiene que volver a conectar con nuestro pueblo. Somos todos.
Los que tenemos que repensar el sentido histórico de lo que somos, los que tenemos que construir un dique de contención para evitar que Milei y Bullrich se alcen con la presidencia, pero tenemos que volver a enamorar a un Pueblo, para impedir -después- que Sergio Massa siga transformando con licencia ideológica el sentido histórico del peronismo, tal y como lo hizo Menem en la década del 90.
Hay que repensar lo que somos, para darle sentido a nuestro horizonte estratégico. Pero también para poder intervenir en éste tumultuoso presente. Recordarle a los nadies los derechos que hace ocho años brillan por su ausencia, amenazarlo con la quita de aguinaldos que no tiene, indemnizaciones que no gozará o vacaciones pagas que sólo habitarían su asombro, no parece el camino adecuado.
Nuestro pueblo precisa reconstruir la confianza con la política, encontrar en el club que le tiró un soga, en el comedor que le dio de comer, en la salita donde lo atendieron o en la escuela que lo contuvo el reflejo de la fuerza política que lo invita a votar.
Eso hizo al peronsimo una fuerza política con capilaridad social. Porque las organizaciones libres del pueblo no sólo tenían la relación con la gente, también tenían poder político en la toma de decisiones. Había más poder en el pueblo que en los dirigentes. Había política en la fábrica, en la escuela y en la sociedad de fomento. En la facultad y en el club. La política como instrumento para resolver los problemas cotidianos, y la política como herramienta para tomar las decisiones que hagan grande al país donde nos tocó vivir y más feliz al pueblo que lo habita.
Tan sencillo, y tan complejo al mismo tiempo.
Todo a las apuradas. Para evitar que nos inunden las pesadillas.
Todo con urgencia, como las que vive nuestro pueblo.
Pero todo con la convicción de construir en el camino la organización política que el próximo 20 de noviembre, el día de la soberanía nacional, con el resultado fresco del balotaje del 19 de noviembre recién contado, se decida a construir la Patria que soñamos. A pesar de cualquiera que se alce con la presidencia. Incluso de aquel que habremos de votar con el único objetivo de evitar que Bullrich o Milei sigan sembrando pesadillas en la existencia de nuestra gente.