EL GRAN AJUSTE NACIONAL
05 de noviembre de 2017
Los grandes procesos de ajuste no suceden porque la riqueza se evapora sino porque se concentra en muy pocas manos. Esa premisa tan sencilla, debiera estar afincada fuertemente en la conciencia colectiva. Sin embargo, el pensamiento único moldeado por las grandes corporaciones de la comunicación que hoy desfila triunfante sobre las cenizas de la objetividad y el sentido común, apuestan por sepultar el instinto de supervivencia de las mayorías populares.
Pero claro, así como la noche no es eterna, tan sólo oscura, tampoco es eterna la legitimidad democrática con la que pretende argumentar el gobierno la necesidad del rápido y furioso “Gran Ajuste Nacional” que habrán de imponer sobre la gran mayoría de los habitantes de este suelo, hayan votado a quien hayan votado.
Por eso andan apurados, porque se apura quien sabe que tiene poco tiempo.
El lunes 30 de Octubre, cuando arribaba al país la comitiva del Fondo Monetario Internacional para revisar las cuentas e imponer sus decisiones sobre la economía argentina, Mauricio Macri apuró la convocatoria al lanzamiento de un serie de medidas de ajuste estructural de la economía que habrán de transferir brutalmente los recursos existentes desde el bolsillo de los trabajadores a los balances de las grandes empresas que vienen registrando ganancias exorbitantes desde hace dos años a la fecha.
Se apuran a dar respuesta a los ajustes ordenados por el FMI porque la única forma de sostener la fiesta de los poderosos, es seguir contrayendo más y más deuda externa. La deuda contraída por este gobierno es vital para sostener las regalías que otorgan las inversiones en dólares en el mercado financiero a través de pases y Lebac. Sin endeudamiento externo, resultaría inminente una crisis financiera estructural que la terminaríamos pagando todas y todos, incluidos quienes aportaron en votos a tergiversar la legitimidad que dicen ostentar.
En apenas quince días los combustibles aumentaron, los precios empezaron a reflejar sus mayores costos, los despidos volvieron a la agenda de las grandes empresas, el futbol volvió a ser una carga para el bolsillo de sus televidentes, los tarifazos de noviembre y diciembre fueron anunciados.
El Gran Ajuste Nacional anunciado por Mauricio Macri, frente a una domesticada clase política que asentía con mansedumbre bovina el programa económico de Martínez de Hoz sin actualización doctrinaria alguna, implica poner en crisis las jubilaciones y pensiones que sufrirán un recorte de cien mil millones de pesos, avanzar en una reforma laboral con la pretensión de sepultar indemnizaciones, horas extras, estabilidad que, combinada con la desocupación creciente, implican un disciplinamiento de los salarios y las condiciones de trabajo que nos harán retroceder cien años en materia de derechos laborales.
El Gran Ajuste implica el disciplinamiento económico de las provincias por intermedio de una reforma tributaria que es la excusa para aceptar las condiciones de la contracción del gasto público, que no es otra cosa que el desmantelamiento de políticas públicas destinadas a la presencia del Estado en el desarrollo productivo e industrial de la Argentina y despidos en todos los órdenes de las reparticiones públicas nacionales, provinciales y municipales.
Apuran el ajuste, conscientes de lo inevitable de una crisis social que traerá conflictos populares, que pretenden atomizados y sin capacidad de representación política, para forjar la peor de las crisis que pueden atravesar a nuestro Pueblo en este tiempo histórico. La crisis de representatividad política que es el palo en la rueda para reagrupar al Movimiento Nacional detrás de un proyecto político que nos permita reconstruirnos como opción de gobierno.
Las derrotas traen dispersión, atomización del campo propio y se expresan en los conflictos sociales que se aíslan en la medida que se extienden sectorialmente. Para esto, el pensamiento único también pretende imponernos una agenda de lo que tenemos que hacer.
Están celebrando la persecución política sobre la principal fuerza opositora del país. La detención de Amado Boudou no atiende a otra razón que la revancha sobre aquel que llevó adelante la recuperación de los fondos de jubilaciones y pensiones que estaban en manos de las AFJP. La detención de Julio De Vido, no atiende a otra razón que la revancha sobre aquel que llevó adelante el plano de obra pública más grande en la Argentina desde el peronismo hasta nuestros días. Ambos son presos políticos. Ambos, son el ariete para avanzar sobre el liderazgo consolidado popularmente y expresado en votos que representa Cristina Fernández de Kirchner.
Ambos, y los que vendrán en ésta cacería política, son el intento de disciplinar a una clase dirigente que se esconde de su responsabilidad frente al avance de las minorías sobre una democracia que agoniza.
La militancia, aquella que no dejó tirada a Milagro Sala y sus compañeras presas, que demostró que pone la cabeza, el cuerpo y las manos en el fuego de las convicciones, está llamada a forjar la esperanza de un tiempo oscuro. La militancia necesita encontrarse, redefinir una agenda que implique una iniciativa para volver a enamorar, que nos transforme en protagonistas de los conflictos sociales que habrán de nacer al calor del ajuste que prepara el gobierno.
Está demostrado que lo único que se hace de arriba para abajo, son los pozos, y a veces sólo sirven para enterrarnos.
Colectivo de Medios Oveja Negra