El Día de la Tradición y las vueltas del peronismo
25 de noviembre de 2022
"Tarde o temprano los pueblos despabilan y su juventud militante vuelve a hacer Patria" señala acerca de una nueva celebración del Día de la Tradición en ésta nueva edición de #HistoriaNativa el profesor David Acuña.
David Acuña
Siete años transcurren entre que José Hernández escribiera “El gaucho Martín Fierro” (1872) y se decidiera dar a luz una segunda parte de su poema gaucho, “La vuelta de Martín Fierro” (1879). El mismo, es considerado por muchos, el mayor exponente de la literatura argentina del siglo XIX y parte del acervo cultural argentino. Debido a él, se instauró el 10 de noviembre como Día de la Tradición.
Son pocos los que han realizado la minuciosa tarea de contextualizar al José Hernández escritor, poeta y periodista, con el José Hernández militante político.
Uno de ellos ha sido el Prof. Julio Otaño, militante peronista e historiador bonaerense, quien sostiene que en José Hernández la labor periodística y de escritor “aparece no como profesión sinónimo de medio de vida, sino como vocación pura al servicio de los ideales: Hernández ha sido un batallador que, afirmado en sus íntimas convicciones, bregó por las causas que consideró justas en cada momento de su vida. Podría decirse que fue un pragmático que ajustó su posición y sus actos a cada situación histórica y tomó partido por la causa que en ese marco vislumbró como más justa: Propuso desde El Río de la Plata la distribución de tierras parceladas para ganar el desierto mediante la colonización y no por la fuerza depredadora, al tiempo que fustigó el mecanismo de la leva para la formación de los contingentes de frontera. Apoyó a López Jordán en su defensa del concepto republicano federal que entendía traicionado por Urquiza y desde el exilio, en La Patria de Montevideo, combatió a Mitre y a Sarmiento y confió en la unión del Autonomismo con el Partido Nacional que respaldaba a Avellaneda como encuentro reconstitutivo del cuerpo socio político argentino”.
Sobre el pragmatismo que señala Otaño, ya había dado cuenta Fermín Chávez (en sus “Cuadernos HIspanoamericanos”) al comparar los contextos políticos en las cuales las dos partes del Martín Fierro fueron escritas. Para Chávez, la figura del gaucho matrero que busca refugio en el desierto es parte de un poema de rebeldía y denuncia de las transformaciones que el “partido de la Ilustración”, triunfante después de Caseros y Pavón, lleva adelante en el país. Para Chávez, el paisaje social que muestra la primera parte del poema gaucho está cercana a la reivindicación que Hernández realiza sobre Chacho Peñaloza en un folletín de 1863 describiéndolo como “caudillo de pastores y agricultores, oficialmente acusado de proteger a matreros y bandidos: una clarísima expresión de la nación hispana y del viejo país, anterior al desarrollo de la Pampa Húmeda. En cambio, en La vuelta de Martín Fierro tiene una más estrecha vinculación con el Hernández diputado y con sus discursos en la Legislatura bonaerense, donde sería llevado por el Partido Autonomista, en tiempo de Nicolás Avellaneda”. Chávez, sostiene que “La vuelta”, ya no es un poema de rebeldía, sino de integración nacional y en gran medida de reconciliación.
Desde otro ángulo, el cineasta, Pino Solanas, abreva a la figura del gaucho indómito para dar cuenta de la resistencia peronista entre el '55 y el '73 en su película “Los Hijos de Fierro”. Si bien no es una adaptación del poema gaucho, sí está inspirado en lo que podríamos denominar su mitología y esencia del original para dar cuenta de los esfuerzos militantes por restaurar la justicia y la libertad que solo puede darse en un gobierno popular. Evidentemente el gaucho Martín interpela en cada época y de diferentes maneras a la política, la literatura y la estética nacional.
Posiblemente, todo proceso de lucha tenga una cara matrera y otra más sosegada. Lo cual no indica de por sí una claudicación o un pragmatismo a ultranza, pero sí abre a preguntas sobre los límites que las políticas de gobierno en clave popular tienen para realizar transformaciones sociales profunda. Tal vez sea el momento de no caerle tanto a los personajes, sino al mismo sistema de decisión sobre lo público con el que contamos.
La Argentina posterior a las guerras civiles del siglo XIX tan solo ha tenido dos modelos de Estado, gobernabilidad, participación y distribución de la riqueza.
Uno ha sido el Estado Conservador que organizó el territorio con sus riquezas y personas en función de un modelo concentrador, extractivo y de cara al mercado externo en alianza con el capital anglosajón. En el cual, el disfrute de la riqueza socialmente producida queda en las pocas manos oligarcas que no solo perimían la participación política de las mayorías sociales, sino que además eran los dueños de la tierra y regentes del Estado.
El otro fue el Estado Justicialista que reorganizó institucionalmente al país garantizando la participación política del pueblo y la apropiación de la renta oligárquica para la industrialización de la Nación como única forma de romper con los condicionamientos del capital anglosajón y garantizar la redistribución de la riqueza.
Desde el golpe cívico-militar de 1955 hasta el presente, los problemas que hacen a la gobernabilidad y representación política; a la producción material y la apropiación desigual de la riqueza; como los aspectos que hacen a la defensa-entrega de nuestra soberanía, se han manifestado en aquellos que desean reinstaurar una sociedad pre-justicialista y aquellos que luchan por alcanzar algo del disfrute social que el justicialismo procuró en su primera década de gobierno.
En la actualidad, el peronismo, y por su extensión a todo el campo ideológico que comulga con el FdT, parece estar más alienado con La vuelta del Martín Fierro que con la primera parte del poema gaucho. Es que últimamente la política en general sólo le habla a la política, se preocupa por el devenir de las listas y los posibles funcionarios de gobierno, pero poco hace y dice de cara al pueblo al que no se lo convoca a renovar una épica de liberación como en los mejores momentos matreros de Perón, Evita, Néstor y la primera Cristina. ¿Acaso será como señalan las décimas?:
Dispuesto como venía
A someterme al gobierno
[…]
A fin de tanto rodar
Me he decidido a venir
A ver si puedo vivir
Y me dejan trabajar
Creemos que no será así, que tarde o temprano los pueblos despabilan y su juventud militante vuelve a hacer Patria matrera. No sólo lo decimos desde un optimismo militante, sino de haber leído del genio mayor de la literatura gorila, pero genio al fin, Jorge Luis Borges, su posición antipopular y anti hernandista, la cual no solo es una descripción, sino una profecía que siempre se cumple en los momentos de mayor zozobra y crisis:
“El argentino, a diferencia de los americanos del Norte y de casi todos los europeos, no se identifica con el Estado. […] lo cierto es que el argentino es un individuo, no un ciudadano […] Profundamente lo confirma una noche de la literatura argentina: esa desesperada noche en la que un sargento de la policía rural gritó que no iba a consentir el delito de que se matara a un valiente y se puso a pelear contra sus soldados, junto al desertor Martín Fierro” (Borges, 1946).