Comunicar en tiempos de neoliberalismo
19 de junio de 2016
Rompa el aislamiento. Vuelva a sentir la satisfacción moral de un acto de libertad.
Una nueva fase del neoliberalismo, con mayor odio acumulado por las conquistas alcanzadas en las últimas décadas, comienza a extenderse con inusitada velocidad en nuestro continente.
Aquel ciclo de exclusión social, política, económica y cultural que creímos sepultado el 20 de Diciembre de 2001, irrumpió nuevamente por éstas latitudes para dejar inconclusos los sueños y esperanzas de millones y millones de compatriotas.
Mauricio Macri alcanzó la presidencia con el beneficio de haber gozado de un escandaloso blindaje mediático ofrendado por las corporaciones económicas que concentran el mapa de la comunicación en la Argentina. Han facilitado el camino para esconder el odio que concentran en sus entrañas detrás del marketing de la alegría.
Son la síntesis electoral del desprecio a que los negros puedan ir al colegio a estudiar, y no a comer. Que los desocupados a los que condenaron ellos mismos en los 90, puedan jubilarse. Que los humildes puedan organizar políticamente sus intereses, que puedan alzar la voz para defender sus derechos.
En apenas seis meses de gobierno, han desnudado sus genuinos intereses. Pretenden saquear la Argentina y devolver los favores a los grupos económicos, que facilitaron su llegada al gobierno.
Han consolidado un drástico punto de inflexión en la política de comunicación derogando, por decreto, la ley de servicios de comunicación audiovisual.
Por simple voluntad administrativa se llevaron puesta una ley gestada al calor del debate popular, sancionada por el Congreso de la Nación, ampliamente debatida en los pasillos de Tribunales y convalidada constitucionalmente por la Corte Suprema de Justicia que hoy, vuelve a encerrarse en un silencio cómplice.
Aquella ley cristalizaba una oportunidad para fortalecer, multiplicar y optimizar las experiencias de comunicación popular en la Argentina. Sin embargo, la ineficacia o la ausencia de voluntad política en su implementación plena y efectiva fue postergando el objetivo de fortalecer las experiencias nacidas, al calor militante de la organización popular.
Hoy, con la derogación consumada, de las herramientas antimonopólicas que ponían un freno a la concentración de la palabra y el silenciamiento de la diversidad de voces, se ha restaurado aquél viejo paradigma, que ubica a la comunicación como negocio y a la libertad de prensa como libertad de empresa.
El Grupo Clarín se retiró de aquella batalla conservando los privilegios de la concentración efectiva del mapa de medios de la Argentina y con el objetivo fijado en ampliar sus horizontes de expansión al negocio de las telecomunicaciones, para transformarse en un gigante transnacional.
Aún herido en su credibilidad, continúa siendo la principal herramienta con la que cuentan los grupos económicos, para legitimar socialmente sus intereses más oscuros.
Sepultar el piso de conciencia popular, despertado en el ciclo reciente de nuestra historia, será la batalla que habrán de librar los monopolios de la comunicación. Intentan reconstruir un pensamiento único que convalide sus privilegios, pretendiendo aniquilar la política como herramienta transformadora de la realidad, la organización popular como camino para defender y conquistar derechos, y la militancia como convicción apasionada de un sueño colectivo.
Asistimos al sinnúmero de conflictos emergentes de la reconcentración del mapa de medios en la Argentina. Miles de trabajadores de prensa que han sido despedidos y otros miles que ven peligrar sus puestos de trabajo. Experiencias cooperativas y comunitarias de la comunicación que ven restringido el horizonte de recursos para afrontar el desafío de mantener alzada su voz en éste tiempo.
Sin embargo, aquí seguimos. Con la vocación inalterable de seguir multiplicando, potenciando y alzando la voz para construir una genuina experiencia de comunicación popular en nuestra tierra.
Con la voluntad de aportar un grano de arena en el trabajoso camino de encontrarnos colectivamente, para reflexionar sobre la nueva y oscura etapa que se abre en la Argentina, para fortalecer el sentido de nuestra práctica y resistir de manera eficaz a la reconstrucción de un pensamiento único que avanza sobre los intereses de nuestro pueblo.
Reconocernos, no tanto para contemplar lo logrado, si no para cristalizar aquello que todavía nos resta conquistar. Las voces que siguen silenciadas, los conflictos que siguen invisibilizados, las experiencias de organización popular que aún no encuentran el camino para alzar su palabra en el horizonte de la comunicación.
No bastará entonces con poner nuestras herramientas a disposición, nos enfrentamos al desafío de multiplicar por el camino de la formación, de la capacitación popular en el campo de la comunicación que no se agota en saberes técnicos, que encuentra su más valioso recurso en el oficio nacido al calor de la vocación militante.
Allí anidan nuestros objetivos, allí anida nuestra responsabilidad en éste tiempo, asumir que sigue dependiendo de nuestra propia eficacia que la noche no sea eterna, siquiera larga, tan sólo oscura.